"Crónica del forastero" no dejó muy contento a Teillier en su
época, pero los años se han encargado de comprobar cuán equivocado
estaba el poeta.
Si hay un poeta chileno cuyos versos rememoran el
paraíso perdido, la edad de oro, la infancia sin manchas, esa etapa
angélica de la vida sin culpas, sin remordimientos, sin pecado, ese
autor es indudablemente Jorge Teillier (1935-1996). La crítica
literaria lo catalogó, muy temprano, como el creador, en el país, de la
poesía de los lares, es decir, del hogar o de la aldea primigenia, la
pequeña ciudad del amor romántico, donde se originan las leyendas y la
gente conversa todo el día (en este caso, Lautaro, la sureña localidad
donde el bardo nació). Y Teillier, con justa razón, se quejó, una y otra
vez, de las limitaciones y el reduccionismo de ese encasillamiento. En
verdad, su producción -doce colecciones de poemas, en general breves y
de corte narrativo- iniciada en 1953 con el excepcional tomo Para
ángeles y gorriones, al que siguieron El cielo cae con las
hojas y El árbol de la memoria es bastante más compleja y
diversa de lo que el adjetivo lárico sugiere. Los críticos solemos
cometer errores, de peso o livianos. Tal vez no fue tan grave, después
de todo, haber calificado a Teillier con esa bella palabra, que él mismo
reivindicaría años más tarde. Porque ella alude a una época en que
fuimos felices mientras creíamos en las utopías o, simplemente, porque
durante la niñez o el inicio de la adolescencia, nunca se es del todo
infeliz.
Hacia 1963, el éxito y la fama de Teillier se volvieron contra él y
algunos amigos -en especial Enrique Lihn- comenzaron a acusarlo de
escapista, apolítico, juvenil en exceso y descuidado en el estilo. La
respuesta de Teillier fue el ensayo "Los
poetas de los lares: nueva visión de la realidad en la poesía
chilena" (1965), una acabada defensa ética y estética de sus versos,
con un gran respaldo conceptual, así como una apología de la nostalgia,
el mal poético por excelencia. Tal movimiento entroncaba con una genuina
tradición nativa, desde Gonzalo Rojas a Nicanor Parra y Efraín Barquero
y en el ámbito mundial se vinculaba con R.M. Rilke, Dylan Thomas,
Serguei Esenin.
Pero mucho más importante que lo expuesto había sido la publicación,
dos años antes, de Poemas del país de nunca jamás (Tajamar
Editores, Santiago, 2003, 97 páginas. Precio de referencia $7.800) y
luego Cuadernos del hijo pródigo, conocido más adelante como
Crónica del forastero. El nombre del primer volumen era bastante
provocativo y alude, desde luego, a Peter Pan, de J. M. Barrie, autor
victoriano de poco prestigio intelectual; además, el título podía hacer
pensar fácilmente que se trataba de estrofas para niños. Como sabemos,
el muchacho que no quería madurar volaba a la casa de la familia Darling
para oír, agazapado en la ventana, los cuentos de la madre, decidiendo
llevarse a Wendy al País de Nunca Jamás, una isla donde ella asumiría el
rol de la Señora Darling y relataría historias a los niños perdidos, al
tiempo que los acostaba. En Un desconocido silba en el bosque, el
magistral cuarteto que inaugura el ciclo, la lectura nocturna es el
conjuro para llegar a una realidad superior y entablar un dialogo con
nuestra propia imaginación: Se apaga en la ventana/la bujía que nos
señalaba el camino./No hallábamos la hora de volver a casa,/pero nos
detenemos sin saber donde ir/cuando un desconocido silba en el
bosque.
Crónica del forastero, a pesar de contener pasajes tan
memorables como los del texto previo, no dejó muy contento a Teillier,
pues describió este trabajo como "un intento épico para el cual todavía
no estoy preparado". Para gran fortuna nuestra y mayor gloria de la
lírica nacional, los años se han encargado de comprobar cuán equivocado
estaba el vate de La Frontera y así lo prueban las líneas que cierran
esta excepcional selección: "Debo enfrentar de nuevo al río./Busco una
moneda./El río ha cambiado de color./Veo sin temor/La canoa negra
esperando en la orilla".
Sábado 13 de diciembre de 2003
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Hoja por hoja
La
mano y el codo de Jorge Teillier
por Alejandro Zambra
"Me cuesta creer en la magia de los versos./ Leo novelas policiales,/
revistas deportivas, cuentos de terror", escribió Jorge Teillier en
1978, cuando el toque de queda y el alcohol comenzaban a
conducirlo a un melancólico descreimiento del proyecto que, con una
seguidilla de libros hermosos y magistrales, había concebido: recuperar,
literariamente, el mundo de la provincia, las costumbres, la vida
cotidiana que las máquinas excavadoras amenazaban con destruir para
siempre. Así, el poeta de la aldea pasó sus últimos años "gastando los
codos en todos los mesones", como le gustaba decir, absolutamente
expuesto a la invasiva compañía de esos amigos jóvenes que entre copa y
copa aprovechaban de pedirle poemas inéditos a cambio de otra ronda.
Por estos días, dos libros sumamente distintos de Jorge Teillier
llegan a las librerías locales. Uno, "Poemas del país de nunca
jamás/Crónica del forastero" (Tajamar Editores), es la feliz
reedición de dos de sus mejores poemarios. El otro, muy por el
contrario, constituye un incomprensible desacierto, un trago amargo, por
así decirlo: "Lo soñé o fue verdad" (Editorial Universitaria)
reproduce una serie inconexa de materiales (manuscritos, curiosidades y
apenas cuatro poemas inéditos) que, más que formar una unidad, parecen
directamente sacados de algún cajón polvoriento o del mazo de
servilletas que Teillier garabateaba en sus horas de ocio.
Respecto a "Lo soñé o fue verdad", sólo cabe hacerse una
pregunta: ¿cómo llega a gestarse una publicación que en ningún caso
contribuye a que el lector actual se haga una idea del valor real de la
poesía de Teillier? No hay criterios de ningún tipo -editoriales,
filológicos, coyunturales- que justifiquen tanta flojera: la única
explicación posible es que Francisco Véjar, el responsable -o
irresponsable- de la edición, haya visto en estos saldos una nueva
oportunidad para salir en la foto, e incluso literalmente en la foto:
una de las presuntas gracias del volumen es una imagen en la que Véjar
posa con Teillier.
"Poemas del país de nunca jamás/Crónica del forastero", en
cambio, aporta a la necesaria relectura de dos libros -publicados en
1963 y 1968, respectivamente- desde hace mucho tiempo ausentes de las
estanterías. Escritos cuando Teillier tenía alrededor de 30 años, ambos
títulos marcan un relativo quiebre en el proyecto del poeta: la infancia
y el pueblo natal poco a poco comienzan a alejarse, y Teillier pasa a
ser un hijo pródigo que de tanto en tanto regresa al lugar de origen
pero sabe que ha perdido la inocencia y que esa pérdida es irreparable.
En el cielo de la niñez ahora está "la luna espiada por cohetes" y la
única respuesta posible es la ensoñación, la búsqueda de aquel tiempo
perdido en las huellas, en las junturas, en los mínimos indicios de que
antes hubo algo mejor, verdadero.
Después de leer estas publicaciones tan diversas, parece urgente
recalcar que los textos de Jorge Teillier merecen los mayores cuidados
editoriales: la suya es una poesía de la fragilidad, cuyo enorme valor
para la literatura chilena puede parecer menos evidente en manos de esos
funcionarios desesperados por completar sus boletas de
honorarios.
Miércoles 10 de diciembre de
2003
“Lo que aquí se presenta son
poemas de distintas épocas que fueron regalados por Jorge
Teillier a Eduardo Castro Le Fort, en 1981. Dichos opúsculos
presentarnos las primeras versiones de lo que iban a ser la
génesis de libros que publicará posteriormente, constituyendo de
esa manera, un material de gran riqueza”.
“Éste consta de once poemas, más
un Intermedio, una Antología, una versión inédita del poema
Pointe de Flamme de Jules Supervielle, además de una selección
de textos escritos por poetas chilenos, alusivos al aromo, donde
se incluye a Pablo Neruda, Nicanor Parra, Juan Florit y el
propio autor de los antalogados. Por un lado los primeros siete
poemas que se publican , fueron parte de Cartas para reinas de
otras primaveras, libro publicado en 1985 y los cuatro restantes
que hasta ahora permanecían inéditos, fueron escritos entere
fines de los cincuenta y principios de los sesenta. Se incluyen
además en esta edición fotografías y poemas facsimilares de
Poemas del País de Nunca Jamás editado en 1963 y de Poemas
secretos (1965)”.
(Extracto del Prólogo de Francisco Véjar).
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