UN
MUCHACHO DEL SIGLO VEINTE
(antes del
olvido)
1. El buscador del Edén
Se sabe que nadie escoge a sus progenitores ni el país en que
nace ni la lengua en que hablará. En mi caso la extrañeza se hace más
honda porque en general los hijos ven la luz en la tierra de sus
padres.
..... Pregunté a tía Frida por
qué el mío se fue a Chile. Me respondió que su hermano Moisés salió en
busca del Edén.
..... En el pueblo eran
tantos los que ansiaban encontrar el Paraíso en alguna parte que se
citó a una asamblea de los jóvenes que querían partir. La convocatoria
anunciaba como primer punto de la tabla escuchar el informe del
enviado que el día anterior había regresado de América con noticias
muy importantes. Se trataba de José, un adelantado que fue a estudiar
directamente el terreno. Había estado no sólo en Estados Unidos.
También exploró las posibilidades en América del Sur. Quería dar
cuenta inmediata de su misión. En la tarde se sabría cuál era su
visión sobre el punto clave: la ubicación exacta del Edén.
..... En el hecho asistieron a la reunión no sólo
los jóvenes que querían emigrar. Asomaron igualmente varios hombres y
mujeres de edad madura preocupados por la suerte de sus hijos. Aunque
fuera un poco tarde abrigaban la esperanza de partir con
ellos.
..... Se nombró un moderador. No
conviene silenciar la presencia inesperada de otros adultos que
concurrieron al encuentro por motivos especiales. Se supuso que el
tema era demasiado apasionante como para que no surgiera algún
exaltado que perturbara el debate. Pronto se vio desbordado porque
fueron muchos los que tomaron la palabra sin pedirla.
..... Una voz de trueno dijo que deseaba plantear
previamente una moción de orden. Porque lo que se proponía era una
discusión absurda y atrasada. Todo el mundo sabía dónde se encontraba
el nuevo Edén. Se había probado mil veces que el Edén moderno estaba
en Nueva York. Sólo en Nueva York.
.....
Inmediatamente terció en la controversia un orador de lenguaje más
culto, agregando que para descubrir el nuevo Edén había que viajar
hacia Occidente, describiendo una línea casi recta, en dirección a la
puesta del sol, como lo había hecho Colón. La mayoría compartía dicha
tesis. Citaron casos de parientes que habían salido del pueblo a
partir de la segunda mitad del siglo diecinueve y uno de ellos
escribió una carta en que manifestaba que Nueva York era la ciudad que
le había cambiado la vida.
..... Incluso
el poeta del pueblo sostuvo que su amada, por cuya ausencia seguía
derramando lágrimas, había descubierto allí una existencia
interesante. Desgraciadamente se casó con otro en el país en cuya
puerta de agua -agregó con acento lírico- una estatua de mujer llamaba
a los perseguidos de Europa. Se dirigió con aire recriminatorio al
sector escéptico de la asamblea haciendo con tono dramático una
pregunta de fondo: ¿Cómo pueden resistirse al llamado de esa mujer si
ella ofrece a los tristes, a los pobres, a los desventurados del mundo
lo que no tienen y sueñan con tener?
.....
No siempre se respeta a la poesía. En el acto saltó un prosaico
rechazando al orador anterior. Fijó la mirada en cada uno de los
concurrentes y afirmó de súbito con un grito: -La felicidad no sólo
está en el Norte. También en el Sur.
..... -Sí -apoyó una voz de mujer. -Mi tío Rubén
me escribe desde Buenos Aires. Está contento. Me repite que no es pura
casualidad que Argentina lleve el nombre de la plata.
..... -Es un nuevo Canaán - añadió un hombre de
barba, sentado en la primera fila. -Tierra de leche y miel.
..... Moisés ardía en impaciencia. Era una
reunión caótica. En ningún momento se había ofrecido la palabra al
emisario recién llegado. Se olvidó la tabla, el programa y cada uno
intervenía simplemente abriendo la boca y diciendo lo que se le
ocurría.
11. Una Ciudad tan
Grande
Al desembarcar en Buenos Aires escucharon por primera vez
hablar en castellano. No sabían una palabra de ese idioma. Inmigrantes
más antiguos los condujeron por los corredores de los muelles. Un
personal atareado no hacía mayor exigencia de documentos. Para
admitirlos bastaba con las "llamadas" de un residente o institución
reconocida solicitando su ingreso al país. Los nombres eran extraños
pero ningún funcionario se rompía la cabeza para averiguar la
ortografía exacta. Se trataba de una época menos burocrática, cuando
el papeleo no decidía el ingreso de esos viajeros que no sabían una
palabra de español. A la hora de anotar los nombres éstos sufrían las
más sorprendentes metamorfosis. Así quedaban registrados apellidos
desfigurados o transfigurados. Las inscripciones erróneas afectaron no
sólo a los recién llegados. Las heredaron sus descendientes, incluso
aquellos que nacieron en la tierra nueva. Alguno porfió que el
apellido era Voloshko, pero el funcionario anoto Volosky y así se
denominó ese linaje plebeyo que en una punta de América del Sur creció
como un árbol con varias ramas.
..... Al
principio todos vivieron juntos. Tal vez en una casa grande y modesta
de Boedo o de La Boca. Salieron a buscar trabajo y a pescar algunas
palabras que les permitieran comunicarse en esa ciudad tan grande. No
eran los únicos inmigrantes. Con ellos, antes y después, llegaron
millones de italianos, muchísimos españoles, que en un santiamén se
entendieron con los criollos, cosa que era más difícil para aquellos
que venían desembarcando con el yidish en los labios.
..... Habían pasado de la aldea a la metrópolis.
Tuvieron que aventurarse por las calles vendiendo lo que podían,
comerciando en los barrios obreros. Absortos en la tarea de ganarse la
vida, de abrirse paso en un ambiente ajeno, no se orientaban bien en
el laberinto Buenos Aires. Pero fueron arriesgándose a medida que
pasaban los días.
..... En el barrio del
Once Naum presenció, medio oculto entre los árboles (entonces allí
había casi un bosque), choques de la policía con trabajadores en
huelga. Tras la embestida se escurrió asustado, pero al rato caminaba
canturreando trozos de "Avanti Poppolo", que había escuchado en la
manifestación disuelta a caballazos.
..... Los niños, especialmente Sara y Mauricio,
miraban por las calles con asombro los faroles de gas y escuchaban
atónitos a tanto gesticulante italiano recién llegado, que hablaba con
manos, ojos, y a gritos. Así era el nuevo mundo.
..... Todos enfrentaron el misterio del alfabeto
latino poseídos por una desesperación inicial superada en menos tiempo
por los pequeños en la escuela de la vecindad. Naum lo deletreó en
Caras y Caretas y luego en La Prensa, que siempre traía
noticias de Europa y a veces de Rusia. En cafés y fondines probaron el
puchero, conocieron sabores nuevos de la carne. (Mi madre toda la vida
preparó unas albóndigas que me parecieron siempre pocas). Los domingos
los hermanos grandes llevaban a los chicos a conocer Palermo y
Riachuelo. En las tardes vagaban por Avenida de Mayo y la Nueve de
Julio, la fiesta mayor consistía en entrar a una cafetería, tras
atravesar la gran marea de Corrientes.
54. El Tío Compró un
Ford a Orrego
El día en que el tío Naum le compró un Ford a Orrego marcó para
nosotros el inicio de una nueva era. Lo contemplamos con estupor.
Relucía con un color verde intenso de pasto maduro. A diferencia de
los autos hasta entonces conocidos por nosotros se veía delgado y casi
tan alto como el coche negro que se instalaba a esperar pasajeros
junto a la estación. El Ford tenía muchos más caballos, aunque nadie
los veía. No sabría decir cuántos. Mostraba poca nariz y carecía de
todo aire suntuoso. Podríamos llamarlo un auto plebeyo, pero era auto
al fin. No pertenecía a nuestros padres sino al tío Naum, o sea, lo
sentíamos nuestro, porque pocas veces conocí a un hombre más
bondadoso.
..... Se suscitó un problema.
Nadie en la familia sabía manejar. El tío no pretendía aprender y
nosotros éramos niños. La ley nos prohibía conducir automóviles. Había
entonces pocas personas que supieran manejar. Fue necesaria una
búsqueda tenaz para descubrir finalmente a José. No era el joven de la
Biblia que descifró los sueños del faraón, sobre cuyas adivinaciones
había leído en mis incursiones por el Viejo Testamento. Este José
curicano había salido recién del servicio militar. Poseía ese
conocimiento excepcional para la época. Comenzaba a ejercer una
profesión que con el tiempo sería la de millones en el mundo. Decía
con orgullo que era chofer, un nuevo y prestigioso trabajo que e
xtendería con una celeridad mayor que el kilometraje alcanzado por
Aladino, el ítalo-chileno que no poseía la lámpara sino la máquina
maravillosa.
..... Nosotros nos subimos
a la máquina maravillosa y no queríamos bajarnos de ella. José era en
verdad un muchacho, que también estaba extasiado con su gran juguete y
se sentía halagado por la admiración de estos cuatro niños que no lo
dejaban ni a sol ni a sombra porque su sueño cumplido pero nunca
saciado era el de andar en auto de día y de noche.
105. EL MISTERIO DE LAS
CIENCIAS
La física me atraía pero no descubría su secreto (que Claudio
me perdone). Seguramente es una manera de mirar, de concebir el mundo
desde un ángulo diverso. Estoy hablando como un profano completo. No
sirve de nada memorizarla. Simplemente hay que comprenderla. No estoy
culpando a los profesores. Los hay excelentes, regulares o pésimos. Lo
esencial de la materia radicaba en algo muy simple: yo no era una
lumbrera.
..... Aunque no dejaban de
intrigarme los átomos, las valencias, las combinaciones ácidas, que
veía burbujear en el matraz de nuestro exiguo laboratorio, la maestra
de química, que era por añadidura nuestra profesora jefe, se empeñaba
con mucha seriedad en que el trabajo práctico iluminara nuestras
mentes reacias a la ciencia que estaba revolucionando el mundo. Ella
se inclinaba sobre el microscopio largamente. Entonces no faltaba el
explorador indiscreto que colocaba sobre el piso un espejito redondo
de bolsillo y sin cobrar entrada nos hacía ver los calzones de la
maestra experimental.
..... El régimen
proclamó la necesidad de industrializar al país y de convertir a los
chilenos en técnicos que supieran manejar las manos y las máquinas.
Había que terminar con la primacía maniática que privilegiaba los
ramos humanistas, con toda su sobreproducción -o plétora profesional,
se decía- de abogados, profesores, teóricos, poetas y artistas. Se
cerró la Escuela de Bellas Artes. Un ministro de Hacienda
renacentista, Pablo Ramírez, decidió que era más barato y productivo
mandar a unos cuantos pintores a estudiar a Europa que seguir
manteniendo ese costoso elefante blanco de donde salían intelectuales
con corbatas flotantes, cuadros cubistas y otras invenciones
ininteligibles.
123. TENEMOS UN
POETA
Aquella mañana de octubre, cuando en el mundo algo se
derrumbaba, el profesor de francés alzó las cejas en acento
circunflejo, levantó el dedo índice de su delgada mano derecha,
mientras con la otra se cogía la barbilla, y dijo: "-Nous avons un
poète". No lo dijo con aire recogido, como cuando nos explicó la
triste suerte de Rimbaud, sino con cierto matiz de sorna.
..... La clase escuchó desconcertada la noticia.
No te des por aludido. Sin embargo, enrojecí. ¿Entonces los versos son
para ti? Si no, ¿por qué esos rubores de señorita? Cambia de color,
idiota. Por desgracia la sala desbordaba de luz. El profesor, como
temiendo que su frase cabalística no hubiera sido entendida, la
repitió con suma lentitud, cargando el acento de ironía en cada
palabra, casi en cada sílaba: "chers élèves, nous avons un
poète". La insistencia despertó en la sala un mayor
revuelo.
..... Cesó la turbamulta
distraída, como cayendo en la cuenta que se preparaba un acto cómico.
Esperaban que se nombrara al aprendiz de Apolo. Acobardado, me dije,
será otro. Si el profesor se refiere a mí me pondré todavía más
colorado, más colorado que un incendio. El incendio se te extenderá
del pelo a la cara. Porque la clase se va a incendiar. Sí, va a arder
Troya. Mejor que no diga el nombre. Tuve vergüenza y luego esperanza.
Me corrió por el espinazo una secreta exaltación y un brote asustado
de vanidad. Que lo diga. Que anuncie tu matrimonio con las musas. Que
te declare estrella de la Constelación de la Escritura Celeste, que te
llame planeta desconocido, que te proclame laureado coronador de Venus
en el ruinoso Teatro Municipal del pueblo. Me esperaba la felicidad en
la puerta de sus labios.
..... Pero no
dijo nada de lo que me temía y deseaba. Se ve a la legua que lo que
llaman dicha no está hecha para ti. De manera que cálmate, niño. No
existía ni existiría la proclamación del poeta. Ten paciencia,
muchacho. ¿Y desde cuándo los poetas necesitan ser proclamados, como
los candidatos? Además los poetas no se dan como los yuyos y las moras
silvestres en el campo. No llueven a cántaros como si fuera junio y
julio. ¿De dónde vas a ser tú poeta? De manera que deja de moverte en
el asiento.
..... El profesor seguía la
broma. Sentí la inminencia de una desgracia. El huaso cabeza de
cepillo, cara blanca de luna llena, hizo parpadear tres veces sus
ojillos azules, raros y pequeños, que se agrandaron sospechosamente,
signo de que tramaba algo. No sé, para mostrar quizás que no tenía
afición sólo por el fútbol, preguntó, con voz falsamente ingenua,
quién era, cómo se llamaba "el podeta que losotros tenimo ahora".
-Tenemos- corrigió el profesor, obligado por esta vez a hablar en
español. -Poeta, no podeta, el poeta que nosotros tenemos ahora. Hable
en castellano, no en la lengua de Upeo. Me excuso, pero es un secreto
del Jurado -respondió cortante, con acento de seca dignidad.
..... El profesor había encendido la mecha y
ahora retiraba la mano, escondiéndola tras la obigación de guardar
silencio. Era comprensible. Como persona honorable no podía violar la
reserva. Pero había colocado la bomba. Era uno de los que premiaban.
Decidía cuál cabeza debía ceñirse la corona del poeta, así como el
poeta debía coronar a la reina. ¿Pero por qué ha dicho tenemos un
poeta? ¿Quiénes somos nosotros? ¿Los alumnos, él mismo? El era un
poeta conocido hacía tiempo. ¿Qué novedad tenía venir a repetir hoy lo
que todos sabían? En ese caso más lógico habría sido, si se tratara de
un ejercicio en clase, que hubiese dicho "Je suis un poète".
Pero dijo tenemos un poeta. Y lo dijo con cierta solemnidad zumbona.
¡Tranquilo! No digas nada. Si abres la boca te pondrás tartamudo. El
profesor saboreaba la confusión de los alumnos, los rostros tensos.
¿En gracia a qué me miraba de reojo? ¿No lo hacía igual con los demás?
¿Pero en realidad no estaba mirando a hurtadillas más hacia el sector
de las niñas?
..... El profesor se puso
de nuevo a pasar lista leyendo los nombres rápidamente. Cuando dijo el
mío se demoró tres segundos más, no advertí una sacudida en su voz,
pero estoy seguro que la mía tembló un poco al responder "presente".
Sin embargo, aunque me contradiga con lo que acabo de decir, tuve la
impresión que pronunció mi nombre con cierta acentuación particular,
tal vez un poquitín sardónica, lo cual me puso más nervioso. Y a esto
se sumó que sentí en ese momento el llamado de una mirada
femenina.
178. LA GRAN REVOLUCIÓN
QUE CAMBIARÁ TODO
Vivíamos en una sociedad conservadora donde muchas cosas
estaban prohibídas. Casi todo lo que nos interesaba era tabú. Y
nosotros ansiábamos ser espíritus abiertos y que la libertad fuera un
día el alma de la sociedad. ¡No te hagas ilusiones! ¡No pidas
imposibles! ¡Ese día nunca llegará! Ese día un día llegará.
..... Decidimos que teníamos que luchar por el
mundo libre. Para eso hay que echar abajo el mundo esclavo. Vendría
una gran revolución que cambiaría todo. Esa era la tarea. Un mundo en
que nadie sea dueño del otro y cada uno puede ser todos, empezando por
ser él mismo. No más oprimidos, no más hambrientos, no más pobres de
pan y de todo. El mundo está mal hecho. Unos pocos son los amos de los
más. ¡Abajo todas las cadenas!
.....
Alguien sostuvo que por las noches se celebraban aquelarres en casa de
Huidobro. No había tales conciliábulos de brujos. No se representaba
la escena de Macbeth en que las hechiceras vaticinan desgracias
y reinos. Era un encuentro de soñadores del mundo nuevo. Había que
empezar por la poesía, derribar las estatuas de cartón piedra de los
consagrados, predicar el Evangelio del porvenir. ¡Adelante hacia el
siglo veintiuno! ¡A enterrar todas las Edades Medias! ¡Vivir lo
próximo en el presente! He aquí nuestro programa.
..... El mensaje venía desde París y allí residía
la secta iniciática. Allí estaban los iluminados, los profetas del
gran mensaje, los correos de las epístolas revolucionarias, adoradores
de Picasso, portavoces del cubismo.
..... Transmitieron la primera luz hombres ya
maduros que habían sido bautizados en las aguas del Jordán, o sea del
Sena, porque vivieron junto a sus orillas la hora del big bang.
Allí pontificaban con el rostro serio de quien está recibiendo en la
Coupole el recado de Dios. Nuevas tablas poéticas, con los diez
mandamientos del Creacionismo. Allí estaba Vicente, antipoeta y mago.
Allí estaba Juan Emar, callado como la noche pero sabio como la
Biblioteca de Alejandría. Muy a lo lejos soltaba una frase críptica
que exigía intérpretes sagaces. Construía en silencio el Umbral
del mundo nuevo. Allí estábamos nosotros los desaforados imberbes, los
adolescentes desorbitados, los acelerados sin freno, que querían
cambiarlo todo, poner una bomba a los fósiles que gobernaban conforme
a leyes paleolíticas, completamente ajenas al hombre real, a las
multitudes llenas de desamparo, a los espíritus revolucionarios, a la
construcción del futuro más futuro.
..... Eran reuniones semisecretas. De súbito
pasábamos a los encuentros completamente secretos porque entrábamos a
la sección "espectáculos prohibidos", donde todo debía hacerse en la
oscuridad. Eran las dos de la mañana, cruzábamos el Forestal e
ingresábamos sigilosos por la puerta de atrás al Palacio de Bellas
Artes para ver lo que estaba en el Index, películas marcadas con la
letra x.
..... No contenían escenas
pornográficas, con sexos palpitantes ni episodios del Marqués de Sade.
Constituían delito porque ingresaban al país clandestinamente, a
espaldas de la autoridad, como haciéndole burla. De repente veíamos
proyectarse sobre el telón inmóvil del muro blanco el cochecito de una
guagua que va cayendo peldaño por peldaño a través de una interminable
escalinata mientras alrededor truenan los cañones y la gente
despavorida presencia la inminencia del fin del recién nacido y
comienza a cubrir las gradas del puerto de Odessa con sus cuerpos
abatidos.
..... Sí, en la penumbra hay
un sobresalto. Una imagen distinta, un cine diferente. El acorazado
Potemkim está disparando. Pienso que, sin comerlo ni beberlo, el
episodio tiene algo que ver con la insurrección de la Escuadra. La
sublevación de la marinería rusa precedió en un cuarto de siglo al
levantamiento de las tripulaciones en Chile. Y me pregunto si algún
día se filmará en Valparaíso, en Talcahuano, en Coquimbo, en alguna
bahía del mundo, la película sobre la sublevación del Latorre y todo
lo que siguó en aquel capítulo tan bien escondido de nuestra historia.
Porque también teníamos el deber de sacar a la luz los acontecimientos
proscritos, los hechos enterrados. Debíamos contar la crónica
vedada.
290. MUJER CON LOS OJOS
CERRADOS
En la Plaza de Armas los árboles iluminados hacían resplandecer
el revoloteo del agua que caía en la pileta central. Nos habíamos
citado junto a la fuente. El movimiento del gentío era un carrusel de
ida y vuelta. Las aceras, junto a la Catedral, el Correo, la
Municipalidad estaban atestadas por ese comercio que entre Pascua y
Año Nuevo necesita agotar sus existencias. Nos ensordecía una
antimúsica discordante de cornetas, estampidos de fuegos artificiales,
cohetes de estruendo. La ciudad trepidante rugía hasta el desagrado.
Por un momento pensé que no vendría. Luego, que seria fácil perdernos
en el tropel. Era difícil que ella se abriera paso en medio de la
turbamulta.
..... Llegó la hora y no la
veía. Comencé a sufrir. Miré hacia todos lados. ¿Por qué entrada de la
plaza aparecería? Si por Ahumada, si por Estado, si por Merced, si por
Catedral. Observaba las cuatro esquinas. No supe por dónde surgió, de
repente, como una visión que brota del fondo de los sueños. Estaba
allí con un traje floreado en que primaba la coloración morada.
Encontré que hacía juego con sus ojos indecibles y el lirio de su
casa.
..... Trazó una señal con la mano,
movió los dedos con un gesto de danza. Me llamó, interrumpiendo el
ruido de la Plaza con cierto acorde musical. Pensaba darle la mano y
luego retenerla leve o más fuertemente dependiendo de la expresión de
su mirada. Pero ella, como si hubiera hecho un viaje extenuente,
venciendo a todos los monstruos del camino, como si terminara de
llegar a un punto de trabajoso acceso, me besó con algo más que un
chasquido ceremonial.
..... Permaneció
un par de minutos abrazada. La sentí entera. Al principio con las
mejillas apretadas, juntas las caras miraba hacia un objetivo
indefinido. Por la dirección de sus ojos deduje que era la Catedral.
Entonces descubrí que los tenía cerrados. Estaba concentrada en sí
misma, viviendo al parecer hacia adentro, como si ese momento tuviera
una significación muy suya, como si se sumergiera en sus sentimientos.
Callaba. Yo no quería romper ese silencio.
..... Estábamos los dos solos en medio de la
muchedumbre. Pensé que yo vivía uno de esos minutos en que la persona
siente el amor como si el espejismo estuviera en sus manos, en su
cuerpo. Todo era difícil de decir y tampoco había para qué expresarlo.
Era, existía por sí mismo. No necesitaba palabras.
..... Escuchaba uno el corazón del otro, pese a
que el bullicio de la plaza no era sólo el contrasilencio. Los fuegos
artificiales desataron una seca tempestad de truenos, relámpagos
chirriantes que iluminaban su rostro como para mostrármela en la
belleza de una mujer con los ojos ahora entornados.
..... Una especie de avalancha quebró el prodigio
del momento. Un grupo que había anticipado su festejo pasó como un
alúd chocándonos. Pero ella ni yo cedimos en el abrazo, aunque
despertamos de un sueño que merecía ser respetado. Estuvimos a punto
de caer en la pileta. Nos detuvimos al borde. Sentimos en las caras el
golpe del agua.
..... Miré el reloj de
la Municipalidad. El ángel había pasado y la noche volvió a ser ruido
y alboroto.
..... -Eloísa, nos están
eperando en casa de Linda -le dije al oído-. Allí celebraremos el Año
Nuevo junto a su marido, el doctor Cabello. Estará Calvo, toda la
gente de la revista, que son personas magníficas y me gustaría que los
conocieras.
..... Ella abrió bien los
ojos y me dijo:
..... -Esta noche no
quiero conocer a nadie. Sólo quiero conocerte a ti.
Volodia Teitelboim
(Antes del
olvido)
UN MUCHACHO DEL SIGLO
VEINTE
Editorial Sudamericana 1997.
VOLODIA TEITELBOIM, autor de UN MUCHACHO DEL
SIGLO VEINTE es uno de nuestros mayores memorialistas (o
memoriosos). Escritor editado desde 1935. Político desde los
pantalones cortos. "Casado" ortodoxamente con la literatura.
Autor de novelas, ensayos y biografías. ... El apígrafe de este libro, extraído
de Tabucchi dice que "... la fantasía de la memoria del
escritor transforma los recuerdos en literatura". Dicho de
otra manera, pareciera que la literatura es la memoria
fantástica de algunos seres dotados con el don de dar sentido
y belleza a la palabra. En el principio es el Verbo dice el
Libro de los Libros, leído por Teitelboim, según su propio
testimonio, como una de las más maravillosas narraciones de la
humanidad. Alguien que puede leer la Biblia igual que una
novela por entregas o como una de las mayores antologías de
poesía es capaz de transformar lo que sale de los recovecos de
sus recuedos en una saga de cuentos inacabables que al igual
que en las Mil y una noches, nos encandilan y trasladan
a otros tiempos vividos y mirados por un niño, por un muchacho
del siglo veinte. ... Este es el
primer volumen de una obra mayor: Antes del olvido. En
el fondo es una biografía de época, un retrato en movimiento
del país, del mundo que nos ha tocado vivir. Se trata también
de una mirada personal y única que se concreta en una
narración llena de frescura y gracia. A ratos la pintura de la
realidad despide el encanto de la ficción y a su vez cobra la
consistencia de verdad. ...
Teitelboim es autor, entre otras otras, de la trilogía de
biografías de poetas chilenos: Neruda, Gabriela Mistral,
Pública y secreta y Vicente Huidobro, La marcha infinita; y,
de Los dos Borges, recientemente galardonado con los premios
Municipal de Literatura 1997, categoría ensayo, y Academia
Chilena de la Lengua.
de la
contratapa
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