......


[ A PAGINA PRINCIPAL ] [ A ARCHIVO URIBE ]

 
 


Un Debate Sobre el Derecho y la Literatura

Introduccion

               
..............
En 1998, siendo alumno de esta Facultad, comencé a interesarme en el movimiento denominado "Derecho y Literatura". Tuve la suerte de participar en el programa Linkage que nuestra Escuela mantiene con la Escuela de Derecho de la universidad de Yale y a través de él investigar un poco más el tema. Ese mismo año, el profesor Pablo Ruiz-Tagle hizo leer a sus alumnos de Introducción al Derecho el libro "Justicia Poética", de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, en donde se critica la falta de humanidad del utilitarismo económico, proponiendo la lectura de novelas realistas para producir empatía en los distintos agentes ligados a la aplicación de justicia.
                A raíz de todo ello, decidí organizar este encuentro. La idea era reunir a escritores egresados de nuestra Facultad, darles a leer el libro de Martha Nussbaum, y luego juntarlos en un foro a debatir sobre él y sobre las relaciones entre derecho y literatura. Los invitados fueron Jorge Edwards, Carlos Franz, Samuel Soto y Armando Uribe.
  .............Con María José Paredes, que hizo la primera transcripción desde las cintas, hemos intentado ser lo más fieles posible a lo que sucedió esa tarde del 20 de agosto de 1998, tratando de traspasar al papel el lenguaje lleno de matices y referencias que emplearon los participantes.

.............. A ratos pareciera que está uno frente al guión de una obra teatral -hay incluso un personaje que entra a escena más tarde y sin introducción, por culpa de un cambio de escenario de último minuto-; a ratos, frente a una conversación de amigos, o una clase magistral. Espero que quienes no pudieron estar ahí disfruten con este texto tanto como los presentes lo hicieron en esa ocasión.
                Quiero agradecer, además, a Manuela Cuvi, que me ayudó en la organización, al profesor Pablo Ruiz-Tagle, que ofició de moderador y apoyó la iniciativa, y a los cuatro invitados, que hicieron de esa tarde una experiencia inolvidable.

José Manuel Simian L.


Pablo Ruiz-Tagle: Hoy tengo el agrado de cumplir la misión que me han encomendado de moderar este panel sobre Derecho y Literatura. Tenemos la suerte de contar entre nosotros con tres excelentes representantes de la literatura chilena y, por supuesto, también abogados y egresados de esta Facultad de Derecho. Yo sé que ninguno de ellos necesita una mayor presentación, pero sí quiero decir unas breves palabras, básicamente para justificarme y luego desaparecer en el diálogo que espero tengan ellos.
            Jorge Edwards no sólo ha tenido una carrera literaria muy importante sino que también ha cumplido misiones diplomáticas de manera destacada, en la misión que el Presidente Allende le encomendó en la Embajada de Cuba, y también en Francia. como embajador en la UNESCO . Y yo pienso -y esto puede servir para iniciar la discusión- que en su obra hay una especie de reflejo literario de lo que involucra esta carrera. Recuerdo con especial cariño el cuento "El Orden de la Familia", donde hay un personaje un poco incómodo, un señor algo gordo, que llega con dinero y conquista a la hermana del narrador, que se siente intranquilo dentro de esta situación, y que lleva a destruir en cierto sentido un orden un tanto ingenuo que existe en esa familia. Y siempre he pensado que ese personaje es una de las imágenes de abogado joven repelente que hay en las novelas de Jorge Edwards. También en su obra "Persona Non Grata" hay un juicio, una justicia poética anticipada. Un sentido de justicia formado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, le hace prever los efectos de la revolución, lo que le valió enemistarse con varios de sus amigos.

            En el caso de Carlos Franz -con quien compartimos la estadía en nuestra Facultad-,  él ha sido abogado en Inforsa y en la Cámara Chilena del Libro y también ha sido un destacado escritor joven. Escribió la novela "Santiago Cero", en la cual se retrata como en ninguna otra parte el ambiente viscoso de la dictadura militar aquí en la Facultad. Hay ahí personajes que son informantes de la policía secreta, y personajes también un poco más cándidos, con los que me siento identificado. Algunos de ellos pensaban, por ejemplo, en hacer una revista en ese tiempo y, bueno, estaban soñando en el medio del charco, como dice Oscar Wilde: "Todos estamos en el mismo charco de lodo, pero algunos miramos a las estrellas". Y en la última novela de Carlos, que se llama "El Lugar Donde Estuvo el Paraíso",  hay un personaje de un cónsul en Manaos, en un lugar perdido en la selva, que es la decrepitud misma de la abogacía; está en un lugar hostil, pero al mismo tiempo mantiene una dignidad que es interesante. A mí me gustaría que Carlos también pudiese comentar algo de esta imagen que él tiene en su novela sobre los abogados.

            Por último, Samuel Soto, es un abogado joven de esta Facultad. Recientemente ha publicado un volumen de poemas inquietante que se llama "Cospel". Claro, nadie sabe lo que es un cospel. Un cospel es una moneda que se usaba en las oficinas salitreras, que no tiene sello. Esta moneda de alguna forma viene a reflejar esta falta de identidad, esta simbiosis, este ser una especie de moneda de cambio impersonal, sin autenticidad, que se produce a veces con el estudio de las leyes, y que él ha reflejado muy bien en estos poemas. Yo no quiero aburrirlos más, simplemente plantear estas dudas sobre estos personajes de manera inicial, y después hacer quizás otras preguntas sobre algunas tesis que tengo sobre cómo, por ejemplo, el estudio del derecho hace más fea a la gente. Cómo el estudio del derecho daña la estética, pero eso sí podemos dejarlo para más adelante. Jorge si quieres comenzar...

Jorge Edwards: Bueno, yo estoy en desacuerdo con esta afirmación final, veo unas caras bastante estéticas en esta sala.

Pablo Ruiz-Tagle: ¡Tal vez es un caso personal mío!

Jorge Edwards: Ahora, yo quiero decir que nunca tuve una vocación de abogado. Nunca me he sentido como abogado. Yo  quería escribir cuando entré a estudiar leyes. En ese tiempo se estudiaba gramática en Chile, pero no se estudiaba realmente literatura, así que en esos años fui estudiante de derecho en la mañana y estudiante de filosofía por la tarde, en el Pedagógico. Creo que aprendí bastante más derecho en la Facultad de Filosofía del Pedagógico que en la de Leyes. Fui un estudiante bastante ausente. Lo que más conocí fue el patio de esta Escuela. Escribí un libro de cuentos en ese tiempo que se llama precisamente “El Patio”, porque era un lugar que yo frecuentaba mucho. Parte de ese libro lo escribí en la biblioteca de esta Escuela, en horas de clases, pero en la biblioteca de esta Escuela. Y parte de ese libro lo escribí en la clase de Derecho Procesal de don Ramiro Méndez. Era una clase enorme, de trescientos alumnos, y yo me sentaba  bien arriba, lejos, y el profesor pensaba que yo tomaba apuntes de clases. Él era muy exigente respecto a la asistencia, así que yo tenía que seguir esa táctica literaria. Así que fui, como ven, un estudiante más bien ausente. Creo que curiosamente esta Facultad, en ese tiempo, tenía ciertos caracteres literarios. Había personajes que yo veía como literarios: un profesor de Derecho Constitucional, don Gabriel Amunátegui, que era un tipo muy simpático, tenía cultura literaria. Enseñaba el  Derecho Constitucional haciendo muchas referencias a Montesquieu, Rousseau, a los enciclopedistas franceses, que eran todos grandes escritores del siglo XVIII. Era muy bohemio. A veces llegaba directamente de unos bares que había en Santiago, que no cerraban en la noche, a la Escuela venía con los bolsillos llenos, con el abrigo muy abultado, porque compraba toda la prensa del día y se la iba leyendo en su viaje a la Escuela.
            Así que, esa es mi visión de esa Escuela. Yo creo que la enseñanza era más bien prolija, detallista, y bastante poco estimulante. Eso es lo que yo sentía respecto a esa enseñanza. Me acuerdo que en esa época leía a muchos autores contemporáneos. Kafka, por ejemplo, quien estudió derecho e incluso tuvo que ejercer como abogado, escribió en una parte que recuerdo muy bien  -creo que una página de diario- que estudiar derecho es como alimentar el espíritu con aserrín. Yo tenía la impresión que alimentaba el espíritu con aserrín administrativo, penal, etc.
            Ahora, curiosamente y para terminar, a mí me fue más o menos bien en la práctica. Hice la práctica en derecho penal, y el director de mi práctica me preguntó una vez por qué me iba tan bien, y yo le dije que era porque me había dedicado a leer, a escribir, y me había dedicado paralelamente a estudiar filosofía, y entonces, creía que mis escritos tenían primero un encadenamiento lógico más o menos coherente, y en seguida tenían una claridad de lenguaje en la exposición. Eso realmente me ayudó.
            Para hablar del sentido del derecho y el sentido de la justicia, diré que uno de los casos que me tocó en la práctica de derecho penal fue un caso de hurto en el cual evidentemente había existido estado de necesidad en la persona que lo había cometido. Era una empleada doméstica que había robado una cantidad de dinero a su patrona para comprar un remedio a su hija que se estaba muriendo, e incluso había devuelto el cambio de la compra en la cartera de la señora; y había recibido por dicho delito una condena bastante importante. El asunto es que yo conseguí que se aplicara la eximente de responsabilidad penal del estado de necesidad. Así que considero que, en mi modesta actuación como abogado por lo menos, conseguí ese resultado, y lo conseguí básicamente -a pesar de que yo no sabía mucho de derecho penal- porque expliqué las razones con cierta coherencia y con cierta claridad en los escritos, porque los que hacíamos la práctica no podíamos hacer alegatos en la Corte -y supongo que hoy es lo mismo-. Eso puedo decir de mi experiencia. Después les puedo hablar quizás de la relación que existe entre el derecho, el sentido de justicia y la literatura, una relación que se da con mucha fuerza, desde los inicios de la novela moderna hasta hoy.

Pablo Ruiz-Tagle: Carlos...

Carlos Franz: Bueno, cada vez que se conversa sobre temas de derecho y literatura y se pregunta qué hace un escritor que se le ocurrió estudiar derecho, compruebo alarmado que los argumentos  no han cambiado mucho Las sensaciones y sentimientos no han variado mucho respecto a los que yo tuve, a los que, por lo visto muestra Jorge respecto al momento en que a él le tocó estudiar en esta Escuela, y a los que oigo hoy, de algunos desventurados que, teniendo vocación literaria, están estudiando derecho. Sin embargo, por algún motivo, esto sigue ocurriendo: tengo alumnos en taller literario que estudian derecho y  que perseveran en el derecho y perseveran en la literatura, lo cual desde un punto de vista -que también podemos discutir después, he elaborado hasta mis pequeñas reflexiones al respecto- me parece hasta antitético. Sin embargo, hasta yo mismo lo hice.
            Quiero contarles algo -usando este pensamiento anecdótico que, pienso, es el más propio del escritor en realidad-, algo que a mí ocurrió, creo que el primer día o la primera semana que viví en esta Escuela. Yo ingresé el año 76, hace largos veintidós años atrás ya, y me tocó como primera clase la de Introducción al Derecho. Nuestro profesor con Pablo (Ruiz-Tagle) era don Antonio Bascuñán Rodríguez, que venía saliendo de ser decano. Lo había sido durante finales del 73, 74, 75, tratando además -a contracorriente según parece- de mantener algún tipo de reformas que se habían hecho, que eran hijas de la reforma universitaria de los años 60, pero en ese momento lo echan y en marzo de 1976, junto con entrar Carlos Franz y otros ciento noventa y nueve desventurados, asume Hugo Rosende como decano. En esa primera clase Antonio Bascuñán nos dice: Yo creo que es importante que ustedes, antes de entrar siquiera a otras introducciones, conozcan lo que van a encontrar en esta Escuela. Yo les voy a hacer un gráfico -en uno de estos enormes pizarrones de no sé cuál de las aulas de por allá- sobre el currículum de materias que ustedes van a estudiar, y las voy a comparar con el currículum de materias bajo el decanato de... (no sé quién, se remontaba hasta los años 30)-. Y dedicó esta primera clase a este ejercicio, demostrándonos, de un modo que, creo que si yo hubiera sido más conciente de lo que nos estaba diciendo, habría salido arrancando inmediatamente de la Escuela y no habría vuelto nunca, ya que el currículum de la carrera volvía a aquello que había sido en los años 30, después de pasar por una serie de avatares que lo habían ido flexibilizándo, incorporando el estudio de otras materias desde la filosofía, que ya era por supuesto tradicional, hasta  unas más nuevas, como sociología y otras cosas...
            Yo no sé que estudiarán ustedes ahora, pero lo que sí tengo claro es que el mensaje de esta comparación era "Ustedes van a estudiar derecho PO-SI-TI-VO. Van a estudiar la ley, los códigos, y no van a estudiar ninguna otra cosa, y además van a tomar estos ramos en forma obligatoria, o de lo contrario no podrán aprobar la carrera."
            Yo sentí, intuí en ese momento, que había caído en un lugar que era la condensación misma del espíritu de la época que estaba viviendo. Pero, claro, tenía 17 años, y esto sólo podía intuirlo, no racionalizarlo ni elaborarlo de ninguna manera. Recién empecé a hacer alguna elaboración sobre mi experiencia en la Escuela de Derecho a comienzos del último año, a comienzos de quinto. Pero ya me estaba aproximando a la salida y, de algún modo, sin consecuencias que pudieran ser más graves, podía entonces empezar a decir lo que pensaba, o elaborarlo por lo menos en el secreto de mi escritorio. Me voy a permitir leerles tres páginas de este libro, porque en estas tres páginas se muestra mucho mejor lo que sentía, lo que vi en esta Escuela, algo que no podría expresar de otra manera.

Pablo Ruiz-Tagle: Di qué libro es, pues.

Carlos Franz: Esta novela es mía, "Santiago Cero" y, a pesar que traté de disimularlo todo lo posible, a ningún lector le cabe duda que ocurrió aquí, en Derecho de la Universidad de Chile. Yo lo traté de disfrazar -para que vean que es adolescente uno-, porque creí que con eso lograría hacerla más universal. Si decía "una Escuela", así, en general, ustedes iban a creer que era la Escuela de Ingeniería o algo a sí. Pero, en fin:

            "Sebastián entró en la Escuela peleando. Llegó cuando pasaban a tercero; un día de matrícula que no podrías olvidar.
            Toda la Escuela asistía al "bautizo". Reunida en las graderías que circundaban el patio y en los balcones de los pisos superiores, una extraña muchedumbre, de ordinario silenciosa, ahora gritaba, silbaba y aplaudía. Ciertos alumnos antiguos, reclutados por su peso y fortaleza, perseguían a los recién ingresados y los lanzaban a la fuente. Fue Raquel quien te llamó la atención hacia un novato que se resistía ferozmente a ser bautizado. Te sorprendió su interés. A ella le repugnaba ese circo romano y había asistido sólo por acompañarte, tratando de no mirar. Era un adolescente flaco y anguloso, con un mechón albino que le caía sobre la frente. Se había parapetado tras el busto de Arturo Prat, el héroe suicida, y allí se defendía a patadas de los antiguos que querían bañarlo con ropa.
            Las reglas del juego eran implacables: a mayor resistencia, mayor tiempo bajo el agua. Varios de sus compañeros fueron sumergidos hasta ofrecerlos semiahogados a la Dama Verde, la que así recibía cada año el sacrificio de otra generación.
            El nuevo que te indicó Raquel se jugaba la vida para no dejarse sacrificar. Peleaba con una fiereza tan ciega y a la vez experta, que te bastó para adivinar que era el menor de varios hermanos hombres. Cada dos segundos, salía despedido detrás del busto un alumno antiguo que aullaba con las manos entre las piernas o con la nariz sangrando. Al rato, toda la Escuela estaba aplaudiendo al desconocido que ya había aniquilado como a seis enemigos y esperaba más.
            Para colmo, envalentonados con su ejemplo, los recién bautizados contraatacaron, aprovechando el desconcierto y terminaron con la cuadrilla de bautistas hundidos en la fuente. Bajo el peso de las venganzas justas, pensaste.
            Raquel le preguntó a un par de esos novatos empapados.
            "Se llama Sebastián. ¡La media bronca que armó!" le contestaron entusiasmados.
            El rito del sacrificio inicial se frustró ese año. "¿Qué pensarán de esto los decanos, allá en las alturas de sus salas?" te preguntabas mientras tanto, adivinando en  el quinto piso unas siluetas alertas, tras los ventanales espejeantes. "¿Qué medidas se irán a tomar?"
             Y ahora descubres que aquella pregunta ya envolvía el vicio oculto de tu generación. Aquel que llegaría a convertirse más tarde en la mejor herramienta de tu oficio: el deseo inconfesable que la autoridad les cayera encima a todos, por parejo. De lo contrario, si siquiera uno lograba revelarse con éxito, el orden se volvería intolerable para los demás.
           
"¿No sabes lo que dijo Sebastián de los decanos?"interrumpió Raquel tus cavilaciones.
             Algunos de sus nuevos compañeros, que lo felicitaban palmoteándole la espalda, le habían advertido: "Eso sí, que vas a tener que irte con cuidadito. Ya te tendrán fichado allá arriba."
            Sebastián había parpadeado unos segundos, mirando hacia los deslumbrantes ventanales de la Sala de Profesores. En el interior se distinguían unas sombras vagamente gibadas, dentro de lo que parecían levitas o abrigos kilométricos, aunque era verano.
           
Pero si esa gallada está más quieta que una foto! Deben ser cuadros... "había exclamado encogiéndose de hombros, y se sopló los nudillos inflamados.
            Raquel te contó, encendida por una insoportable admiración, que todo el mundo repetía la respuesta de Sebastián. Corría por la Escuela la broma de que tal vez esas inmóviles sombras tras los ventanales del último piso, que no quitaban el ojo de encima cautelando el orden y la seguridad durante cada recreo del año, eran sólo cuadros colgados  de las altísimas paredes de la Sala. Eran quizá la solemne galería de retratos de los decanos muertos, que observaban a las nuevas generaciones nostálgicos y envidiosos, asomados desde la eternidad."

            Bueno, después podemos comentar lo que yo pienso, aunque el autor es el menos indicado para comentar esa visión de esta Escuela.

Pablo Ruiz-Tagle: ¿Samuel?

Samuel Soto: Buenas noches. Como en las peores pesadillas, a uno le dicen: "Es una fiesta de disfraces", y llega uno y no es una fiesta de disfraces. Tenía entendido que se trataba de otra cosa, pero tengo el disfraz.
            La invitación a esta mesa me ha traído recuerdos de mis peores días pasados en esta Escuela, que no fueron muchos ni tan dramáticos como refieren los versos de Scheffel citados por Radbruch en su "Introducción a la Filosofía del Derecho" (1). Por una parte, la premura del tiempo y la extensión del tema, que yo pensaba que era un comentario del libro "Justicia Poética" de Martha Nussbaum (2), y por otra la pesadilla, me obligan a sacar a la luz las mejores técnicas de calentamiento de exámenes. 
            Tentado a releer el libro de la señora Nussbaum en una noche, a revisar por segunda vez el ensayo crítico de Alan Jacobs, "Martha Nussbaum, Defensora del Poeta" (3), a matizar con un comentario de una o dos citas hurtadas a un desconocido libro, para aparecer o parecer con unos conocimientos que no tengo y por ahora no me interesan, astucias propias de quien ha pasado por esta Escuela, he preferido recordar -tratar a lo menos- aquello que me llamó la atención del texto en comento, y algo que dije de él a quien me lo presentó.  Y, así mismo, llegar a un par de reflexiones que derivan de un proyecto no secreto que relaciona derecho y  poesía.
            Puesto a leer "Justicia Poética" a instancias de mi amigo y profesor Luis Lizama, me percaté que las intenciones de la autora eran rescatar y revalorizar las emociones como elementos enriquecedores del discurso público. Mi duda no resuelta es si se puede estar o no fuera de la emoción alguna vez.
            Una segunda pretensión de la autora, funcional a la primera, es que la literatura ejercita el desarrollo de capacidades empáticas, esto es, la capacidad de ponerse en el lugar de los otros. Ello no es poco, según se refleja en los casos que el libro cita, y que sirven, según algunos, incluyéndome, como textos de enseñanza del derecho. "Justicia Poética" lleva a reflexionar si éstas son las únicas relaciones entre derecho y poesía.
            A mi juicio, diversas relaciones se pueden establecer entre derecho y poesía, tantas como la imaginación de quien las descubra; tantas como acepte el público, el cruel público; relaciones de semejanza o de diferencia, relaciones obvias y triviales, relaciones ocultas.
            Ambas disciplinas son evidentemente de palabra. En algunos momentos las técnicas de la poesía han sido utilizadas en lo jurídico. Basta recordar, como citan los historiadores del derecho, que algunos pueblos como los tartesios, escribían sus leyes en verso rimado para que se recordaran, para que no se alterara el texto. Nemotecnia y seguridad. Pero también han sido mal utilizados. Al efecto, un ejemplo: Un proyecto de ley presentado al Congreso de los Estados Unidos que refiere Rodell (4), en que se contiene la siguiente disposición: "En esta ley, el tiempo presente incluye a los tiempos pasado y futuro, y el futuro contiene al presente", que trae necesariamente a la memoria el inicio de los "Cuatro Cuartetos" de T.S. Eliot: "El tiempo presente y el tiempo pasado están ambos presentes en el tiempo futuro y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado." (5)
            Tanto la poesía como el derecho crean nuevos mundos. En la poesía es evidente; en el derecho no tanto. Pero bien ha dicho Lao-Tsé en el "Tao Te King" que "...Mientras más leyes y decretos se promulgan, tantos más ladrones y bandidos surgen...". (6) Malos mundos nuevos, pero nuevos los padecemos.
            En una conversación de pasillos sostenida algunos meses atrás en esta Escuela, un amigo -no sabía que iba a estar acá-, Pablo Ruiz-Tagle, sostenía que si las pretensiones de las  escuelas de derecho se redujera sólo a enseñar a escribir y leer, y eso se consiguiera bien, habrían valido la pena los estudios. 
            Swift, con sorna en los Viajes de Gulliver (7), hace mofa del lenguaje jurídico, y pide que éste sea claro, para que sea entendido. En poesía se sabe que lo que está de más resta; en la producción de leyes, ello se ha olvidado y es peligroso.
            La poesía y el derecho son cosas de palabras: el derecho, el lenguaje del poder; la poesía el poder del lenguaje. Un juego de palabras, si no fuera que a la hora de los "quiubos&#quot; ya no suena a chiste. Valga recordar el citadísimo pasaje de "Alicia a través del Espejo";:  "Cuando yo uso una palabra -replicó Humpty Dumpty con un tono desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga... ni más ni menos. (...) La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.(...) La cuestión -zanjó Humpty Dumpty-  es saber quién manda. Eso es todo."; (8) A ello la poesía responde, en la voz de Pizarnik: "Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo." (9)       El derecho pretende de alguna manera establecer un orden. Pound (10)(Roscoe, no Ezra) ha postulado que el derecho es una suerte de ingeniería social. Hacia el final de "La Tierra Baldía", Eliot se pregunta: "...¿Podré por lo menos poner orden, el orden en mis tierras?..." (11) Y, como a toda pregunta, una respuesta, Lao-Tsé dice: "...¿Pero quién entiende que el orden no se alcanza tratando de poner orden? Pues el orden a menudo degenera en monstruosidad". (12)
            Si el derecho es el lenguaje del poder, hay que saber leerlo entonces. Quien lee poesía sabe de las posibilidades de la palabra, sabe de los múltiples significados, sabe de las muchas intenciones tras el autor. Entiende, como ha dicho Juan Luis Martínez, que "... Los pájaros no  ignoran que muchos poetas jóvenes torturan las palabras para que ellas den la impresión de profundidad.  Se concluye que la literatura sólo sirve para engañar a pobre gente respecto de una profundidad que no es tal.  Saben que se ha abierto un abismo cada vez más ancho entre el lenguaje y el orden del mundo y entonces se dispersan o enmudecen." (13)
            ¿Hay poesía en las leyes? Pueden encontrarse casos. Han sido encontrados por otros. Al efecto, remito a la lectura de algunos textos de Roque Dalton, (14) al "Cajón Desastre" de Armando Uribe, aquí presente. A veces la ingrata práctica del derecho y su estudio se transforman en una tarea poética. Así, he leído poéticamente el título de la obra de Dumoulin "Desentrañamiento del Laberinto de lo Divisible e Indivisible", libro obligado (y humorada) en el estudio de las obligaciones divisibles e indivisibles. También me he deleitado y -lo digo en serio- con la catalogación de conceptos de derecho privado de Fernando Fueyo, que es una enumeración de conceptos, sin ninguna definición o conceptos relacionados, libro que,alguien ha dicho, constituye el índice de una enciclopedia que aún no se escribe. Gracias.

(En ese momento ya se ha incorporado a la conversación el profesor de Derecho Minero, escritor y diplomático, Armando Uribe Arce.)

Pablo Ruiz-Tagle: Don Armando, yo he presentado a cada uno de los expositores. Usted es profesor de esta Facultad, así que creo que no necesita mayor presentación.

Armando Uribe : El impresentable. Bueno, voy a empezar discrepando. Yo no encuentro que haya sido, en mi caso y en otros que conozco de edad antigua, una desventura estudiar derecho. 

Jorge Edwards: Pero nadie lo dijo.

Armando Uribe: No, lo dijo dos veces Franz.

Jorge Edwards: La memoria jurídica del profesor Uribe no perdona.

Armando Uribe: En seguida, no creo que el estudio del derecho, con lo de justicia que tiene y con lo pintorescos que son los casos que se refieren a las leyes, ¡llene la cabeza de aserrín! Eso sí que lo dijo alguien. Lo dijiste tú, Edwards, después de citar a Kafka como propio.

Jorge Edwards: No, pero tú llegaste al final de lo que yo dije. Yo dije que la Facultad de Filosofía, en que estudié paralelamente, aprendí más derecho que en la Facultad de Derecho en ese tiempo.

Armando Uribe: Bueno, yo no me meto en filosofías... Cuando fui al Pedagógico para matricularme,  antes que yo estudiara leyes, había dos estudiantes de filosofía caminando por el jardín. Estaban preparando un examen de repetición, de a principios de año, y uno le preguntaba al otro: "Cuando el Hombre se enfrenta a la ..." "¡Surge la angustia!" -contesta el otro. ¡Me voy de aquí! En cambio, el derecho, la verdad es que lo considero ven-tu-ra intelectual chilena cuando me tocó estudiarlo a mí. No sé después.

Jorge Edwards: No sabes antes, tampoco.

Armando Uribe: Sé por lectura. Desde don Andrés Bello en adelante las grandes tradiciones intelectuales de Chile han sido -se sabe-, desde el siglo XIX, el derecho y la historia. Eso es lugar común. Tal vez no lo es ahora, pero lo fue claramente cuando yo entré, año 51 de este siglo. Por lo tanto, yo creo que el derecho era -no digo ahora, no sé- el camino viable a cualquier cosa intelectual, filosófica y hasta humana. Era el camino real que llevaba a muchas partes, también a la literatura, por ejemplo, a la diplomacia, a la vida política y pública; también a los negocios y hasta a los negociados... Era el camino real, el principal camino intelectual de la República de Chile. Por lo tanto, yo considero que era una suerte  -cuando me tocó- que no carecía por lo demás -porque somos seres humanos- de aventura intelectual, pero también cotidiana. No digo aventurilla.
            De modo que, sí, los estudios del derecho llevan a muchas partes. Ahora, no se trata, creo yo, en el caso de los que han estudiado derecho (y la verdad que ahí me excluiría, entrando en el fuero interno de los que están aquí ) de estudiar derecho pese a una vocación literaria, sino que tener vocación por el derecho y además una vocación literaria.  No recuerdo bien las palabras que usó Franz cuando dijo la frase respectiva. Ojalá que la merezca, pero yo invertiría la frase que él usó, diría "vocación de derecho", que es también de justicia; que es también de orden, de orden mental. ¡También del orden de la ciudad y del país y del mundo! Acompañada de otras vocaciones también está el camino viable de estudiar derecho. Eso, en cuanto a historieta personal.
            Ahora, en cuanto a las ideas: la señora Nussbaum -voy a mencionar re poca cosa- hace una diferencia tratando de cuestiones jurídicas. En relación con lo que ella llama poesía, porque cita principalmente a Walt Whitman, y ahí la analiza desde el punto de vista del derecho, pero, en fin, dejémoslo. No me gusta mucho ese texto de Whitman por lo demás. Me voy a referir a que ella hace una diferencia en los nombres de dos capítulos, entre la imaginación y la fantasía, aplicando para esto las relaciones entre literatura, derecho, justicia y actuación judicial. Pues bien, entiendo que tenía tal vez presente, pero no explicita, que hay una diferencia fundamental para entender estas relaciones entre derecho y literatura. De leyes y letras. Hay una diferencia grande entre fantasía e imaginación. Esa diferencia se ha marcado -si no parezco pedante, ni aún pareciéndolo- desde los textos de Coleridge en inglés a principios del siglo pasado, en que dice: "La fantasía es combinatoria de elementos, factores, hechos, cosas de las realidades, que se organizan de una forma distinta a como se presentan tales cuales en la realidad". Esa es la fantasía: combinatoria de realidades, presentándolas de otra manera. En cambio, la imaginación es creadora, no es que cree ex-nihilo, de la nada, pero agrega algo al mundo en cierto sentido, y lo que puede agregar es una visión que no se tiene o que no aparece a primera vista. Yo creo que ella no distingue bien. Debe haberlo tenido presente, porque esto en cultura anglosajona es más presente que en la nuestra, pero creo que ella no lo manifiesta bien en el análisis que hace.
            En un caso hace análisis a propósito de una novela, entre otras, de Dickens y, a propósito de la imaginación, de otras cosas. Y, sin embargo, yo creo que esta distinción es esencial, porque yo creo que lo válido en el derecho y en la función judicial -por lo demás en la vida común, en atravesar una calle uno está haciendo una cosa que está reglamentada por el derecho, aunque no quiera, y si lo viola demasiado le pasa un camión por encima- no es tanto la fantasía combinatoria, la que sí es necesaria para agregar una visión desde un punto de vista más amplio a la literatura. Eso sí ocurre necesariamente: se combinan elementos de la realidad para entender cualquier caso. Lo hacemos todo el tiempo sin darnos cuenta. Algo inesperado, sobre todo: combinamos lo que conocemos de realidades distintas para ver si se adecuan a lo inesperado; eso, caminando en la calle, o estando en la casa, en cualquier actividad, por cierto. También cuando uno examina un caso determinado, de cualquier especie; también un profesional, un hombre público que ejerce pactos; también un uniformado -más combinatorio todavía-. Bueno. En cambio, yo creo que lo útil, raro porque es excepcional, es poder aplicar imaginación creadora a los casos de las realidades regladas por el derecho. No voy a ahondar más en eso para no alargarlo. Pero quiero dejar en claro que esta distinción permite darnos cuenta que nuestro derecho, combinatorio de realidades, está falto de creación. Sobre todo porque, a propósito que Samuel Soto hizo una referencia a un chino, Lao-Tsé, yo voy a nombrar a otro chino, no porque yo los conozca demasiado bien, pero algo los he leído, algo los he escuchado por ahí, pero no entendí nada porque hablaban en chino... Confucio, que por lo demás lo leí primero en Pound y luego en las cosas de Confucio traducido, dice lo siguiente: "El que no entiende las palabras" -y eso se aplica tanto al derecho como a la literatura- "no pone orden en su cabeza, no tiene orden en su vida física y espiritual." No sé si habrá ocupado la palabra "espíritu" el chino ese, hace dos mil años. El que no tiene orden en su persona, no puede poner orden en su casa. Si no hay orden en su casa, no hay orden en la ciudad. Si no hay orden en la ciudad, no hay orden en el país, si no hay orden en el país no hay orden en el mundo. Y así tampoco en el cosmos, en el universo. Eso es Confucio, y yo creo que es efectivo. Si no hay una comprensión neta, recta, que puede ser de muchas acepciones de las palabras, no hay orden; pero entiendo la ambigüedad rechazando, sin embargo, el equívoco, que es otra cosa, es tramposo. La ambigüedad: el distinto sentido de la misma palabra. E insisto: si no hay orden en las palabras, no hay orden en la persona, si no hay orden en la persona, no hay orden en la casa, en el país, en el mundo, en el universo. Eso creo que hay que decir.

Pablo Ruiz-Tagle: Hay que recordar que el profesor Uribe fue embajador en China, así que quizás es quien más sabe de chinos entre todos nosotros.

Armando Uribe:¡De chinos, nada! He leído traducciones inglesas, francesas y hasta castellanas.

Pablo Ruiz-Tagle: Don Jorge.

Jorge Edwards: En el año 49, dos años antes que pasara por esta Escuela, eran pura decadencia los estudios del derecho, especialmente por la forma extremadamente minuciosa y más bien poco reflexiva en que se estudiaba. Pero, naturalmente había excepciones. Y es así como, en el momento de hacer la práctica, yo sentí que recién comenzaba a entender el derecho, y por eso expliqué que tuve una práctica con muy buenos resultados, ya que, creo, comencé a entender las relaciones entre el lenguaje y el derecho. Y ya expliqué que también lo debía a que mis escritos tenían una coherencia intelectual, y eso fue de alguna manera apreciado por los jueces que atendían el caso. Así que, para mí, el estudio puramente memorizador del derecho, se transformó hacia el final en una cierta experiencia del derecho. Y la verdad es que, después en la vida diplomática, estuve obligado a usar de alguna forma mi formación de abogado.
            Ahora, la literatura me sirvió en la diplomacia. Voy a contar un caso a propósito de Jonathan Swift. Cuando llegué por primera vez a la UNESCO, como representante chileno, me dijeron que fuera a un comité especial -yo no sabía en absoluto en qué consistía este comité especial-.  Era un comité jurídico, que examinaba cosas bastante complicadas, en que los delegados, después de largas felicitaciones mutuas -porque ese era un estilo "unesqueano" que yo aprendí; yo me convertí en un maestro del arte de la congratulación-, tal que al comienzo no quise entrar en ese sistema, pero después... Bueno, después de las felicitaciones mutuas, se entraba en temas jurídicos reglamentarios extremadamente complicados. Y, en general, los delegados se irritaban mucho, se confundían mucho, y se peleaban de una manera brutal; y una de mis primeras intervenciones consistió en decir: "yo quiero hacer una proposición modesta", y entonces salió un delegado australiano, que era un escritor, jurista, y abogado laborista, que además era representante de Australia en el Consejo Ejecutivo de la UNESCO, y el señor me dice: "¿Usted sabe lo que es en literatura una proposición modesta?" Lo dijo en inglés, y yo entendí "modest proposal", y le contesté: "Sí, es un panfleto de Jonathan Swift, que recomendaba en un periodo de hambre en Inglaterra, cómo cocinar y comerse a los niños." Depués que yo le dije esto al  profesor Jones, quedó encantado, se hizo amigo mío y se aprobó mi modesta proposición.

Armando Uribe: ¡Y se comieron a los niños!

Jorge Edwards: Ustedes ven cómo no es completamente inútil haber leído o haber sabido algo de Jonathan Swift cuando se está en una discusión jurídica. 
            Ahora, con respecto a este libro, quiero decir que hice bastante mal mi tarea. Calenté el examen, como calentaba los exámenes de derecho administrativo, estudiando en una noche en la Plaza de la Constitución, porque yo era un estudiante noctámbulo. Y bueno, me pareció lo siguiente: Me pareció que la señora Nussbaum ve una relación de la justicia con la literatura en la cual, si bien ambas se complementan, existen situaciones de confrontación, de conflicto, que tienen que ver con los problemas de la justicia. Pero yo siempre he sentido que la novela moderna -y hablo de la novela moderna después del  Renacimiento, desde el Quijote hasta hoy, digamos- tiene también una relación profunda con la historia.  Y es quizás eso lo que puede hacer que una persona que estudia derecho y que se relaciona con la historia del derecho, con la historia constitucional, etc., termine de algún modo ampliando su visión del cosmos,  porque lo que ocurre en una novela como "El Quijote", por ejemplo, es que el tema central es la justicia, la idea de "desfacer el entuerto", la idea de enderezar situaciones abusivas o injustas en la vida cotidiana que él va encontrando. Así que la relación es muy profunda, es muy interesante y es muy apasionante. Yo creo que en "El Quijote" hay un gran personaje, que representa al personaje ecuánime, justo y equilibrado, porque el Quijote es justo, pero no tiene equilibrio. El gran equilibrado de la novela es "El Caballero del Verde Gabán". Yo les recomiendo leer ese capítulo, porque ahí se van a encontrar con una persona que tiene una visión profunda de la humanidad tal como debe existir en el mundo real y de la justicia también. Así que la relación justicia-literatura es una relación que a mí siempre me ha impresionado. Yo diría incluso que me ha marcado, y creo que hay una novela característica, extrema en este aspecto –y ustedes pueden ver la película, aunque generalmente la película no es tan buena como la novela-, que es "Los Miserables", de Víctor Hugo. Una novela sobre el tema de la justicia y la injusticia, y de la lucha por la justicia. Así que esa es mi observación y hasta aquí llego. Porque se puede alargar mucho uno en estos temas.

Armando Uribe: ¿Puedo intervenir? Estamos aquí completamente de acuerdo.

Jorge Edwards: Yo espero que estés de acuerdo al final conmigo y con Kafka.

Armando Uribe: Con Kafka, desde siempre. Quiero comentar una palabra sobre lo que dijo el profesor Jorge (Edwards). Entrando quizás en el caso personal de él, quiero referirme a sus estudios en la Plaza de la Constitución... En la Plaza de la Constitución, ¡muy jurídico! También, en su tránsito noctámbulo. Bueno. Los estudios del derecho equivalen a eso. Hacen una formación mental particular. Y creo saber que ha sido la formación principal para toda actividad imaginable.
            Miguel Serrano, en sus memorias -gran escritor en todos los tiempos-, dice, quejándose, mirando ahora al pasado chileno: "¿Qué fue, qué se hizo del chileno viril, culto, vernáculo, que sabe algo de leyes?...", lo cual eran tiempos chilenos reales, aunque no se hubiese pasado por la Escuela de Leyes. Este es el país (un lugar común lo que les voy a recordar) único en el mundo según los extranjeros -yo tampoco me he encontrado en otras partes con lo que pasa aquí, en la ciudad de Santiago-, en que ¡en las calles se venden el Diario Oficial y las leyes de la República! Eso lo observó el embajador norteamericano Bowers, entre los años cuarenta a cincuenta y tanto en que estuvo de embajador aquí. Gran embajador, tal vez el mejor embajador que ha habido nunca de Estados Unidos en Chile. También lo observó Gabriel García Márquez en un libro que escribió en relación con Chile. También esta cosa rara, rarísima, de que en las calles prácticamente se vocee, todavía ahora... La última vez que pasé por la calle Ahumada me ocurrió mucho, también ahí vendían, "canillitas" como decían antes, suplementeros que ¡vendían el Diario Oficial con las leyes de la República del día, como se vende pan caliente! Después, en una especie de armazones de madera con las leyes, ley impresa... Eso no pasa en ninguna otra parte del mundo que yo conozca. Bueno, qué significa esto: que este país, como dijo un francés -lo único razonable dicho por este señor-: "Hasta 1973, la gran construcción estética de los chilenos es la institucionalidad legal".

 

continúa >



[ A PAGINA PRINCIPAL ] [ A ARCHIVO URIBE ] [ A PAGINA SIGUIENTE ]

letras.s5.com , proyecto patrimonio, Armando Uribe Arce: Derecho y Literatura, Mesa Redonda.

mail : oso301@hotmail.com

proyecto patrimonio es una pagina chilena que busca dar a conocer el pensamiento y la creacion de escritores y poetas, chilenos y extranjeros.

envíanos tu sugerencias y comentarios