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Jorge Edwards: A lo mejor, esta difusión de las leyes en las ciudades las afea mucho. Eso habría que pensarlo. Porque, en realidad, yo he visto muchas otras ciudades en que no se venden las leyes en la calle y que son mucho más bonitas. Así que, en ese aspecto, podríamos estar de acuerdo con Pablo (Ruiz-Tagle) en que la difusión de la ley a nivel urbano afea la ciudad.

Samuel Soto: Yo diría que...

Armando Uribe: ¡Me toca a mí! Tiene que haber réplica. ¡Si no, si se sigue el orden de exposición solamente, resulta demasiado leguleyo!

Jorge Edwards : ¡En todo caso sería dúplica! Porque usted replicó antes.

Armando Uribe: Es dúplica. Y voy a decir una sola cosa: La posición de Edwards, de acuerdo con Ruiz-Tagle, significa aumentar la cesantía. ¡Quieren quitarle trabajo a los suplementeros!

 

Pablo Ruiz-Tagle: ¡Además que él ya se comió a los niños!

Carlos Franz: Bueno, ya que estamos en el comentario de la venta de leyes en la calle, yo quiero decir que, para matizar un poco esta pintura del país legalista-estético que se nos está ofreciendo, hemos agregado a las múltiples contradicciones de nuestro espíritu legalista una que observé hoy en la tarde, caminando por la primera cuadra de la calle Huérfanos, cuadra que se ha convertido en una de las más metropolitanas y modernas de esta cuidad desde que existen en ella dos -ahora son dos- boliches que venden revistas pornográficas. Dos sex-shops en cien, digamos.

Samuel Soto: ¿Dónde?

Carlos Franz: En la primera cuadra... Lo interesante es que el segundo de estos boliches, que aparentemente era más explícito, disimulaba su condición mediante una vitrina al lado de la entrada con ¡leyes de la República! Han logrado la combinación perfecta entre esta apariencia de orden, esta legalidad que tanto nos gusta a los chilenos, y lo que hacemos bajo ella, bajo esa cuerda de legalidad.
            Yo quería hacer otro comentario a propósito de  la Constitución y la Plaza de la Constitución, porque, claro, Armando dice que cuando él entró a estudiar derecho, bueno, esto conducía a otra cosa, y Jorge nos recuerda que él calentaba sus exámenes en la Plaza de la Constitución. Yo, a propósito de constituciones, quiero decir que una de las paradojas maravillosas -que por lo demás alimentó y alimenta hasta hoy mi imaginación- fue haber estudiado Derecho Constitucional en un país que no tenía constitución vigente; que fue una cosa maravillosa... ¡Cuatro o tres años de Derecho Constitucional en un país que no tenía constitución!  Ustedes deben saber que después de la derogación de la Constitución del 25 se empezaron a promulgar con timidez y lentitud unas actas constitucionales, unos documentos parciales, unos cuadernillos. Yo tenía clases de derecho constitucional con don Jorge Ovalle, y me acuerdo que cada cierto tiempo aparecía algo así como la nueva ley, el nuevo fragmento de la constitución. Esa era la Escuela de Derecho en la que yo estudiaba, y era parte de este país, por cierto, y de sus procesos históricos.
            Lo otro que quería comentar es a propósito de esta novela (Santiago Cero). Perdón que le haga tanta propaganda, pero, bueno, es ahí donde reflexioné y ajusté cuentas con esta experiencia de haber estudiado derecho. Me asombró mucho hace unos tres o cuatro años atrás una llamada de una norteamericana, estudiante de Literatura, que estaba haciendo una tesis de este libro. ¡Inconcebible! Una tesis sobre este libro. Entonces, quería hacerme unas preguntas. Estaba viajando por Sudamérica, había venido a Chile, y quería aprovechar de conocer al autor. Me llama, me dice que nos juntemos, hace su formulario de preguntas y, en la primera de ellas, me dice con un acento gringo: "Estoy bastante asombrada de que en esta novela, que por lo que he averiguado pasa en una escuela de Derecho, se retrata a los alumnos, se retrata a los profesores, hasta aparece algún administrativo por ahí. Se retrata el edificio. Lo he visitado y está bastante bien. Pero hay una gran ausencia, una protagonista que no comparece" "¿Cuál?" -le pregunté yo-. "La justicia. En ninguna parte de esta novela se menciona lo que los alumnos estudian. No hay una sola línea que lo diga."
            Entonces me di cuenta de que esta novela ambientada en una escuela de Derecho tenía una gran omisión: el Derecho. Y pensé que no podía ser casual, y que tenía que ver con esto que les comentaba al comienzo, con esta descripción del currículum que se iba a estudiar en los años en que a mí me tocó. Era fundamentalmente el estudio de la ley, pero no el estudio de la justicia tal como se está pintando acá. El estudio de la ley, del texto positivo, pero no de la justicia. Yo siento que en los cinco años que estudié -no fui tan porro... me voy a cachiporrear un poco: yo salí con un 7 de esta escuela-, estudié derecho, pero estudié códigos. No estudié justicia. Como comentaba Jorge recién, mi introducción al mundo de la justicia y sus dilemas me vino ya trabajando.
            Por ejemplo, hicimos la práctica juntos, con Pablo. En el mismo lugar, que mostraba algo de nuestras contradicciones: San Miguel en menores. Nos tocaba atender ciento veinte casos cada uno, lo cual volvía verdaderamente impracticable defender a alguien. Eran números: ¡Pase la 108! Y pasaba una señora cargada de guaguas, se le llenaba el formulario... Pero sí tuve una experiencia bonita. Me tocó que me encargaran un caso para una apelación de una sentencia de alimentos o algo así, y podíamos alegar. Yo alegué en la Corte de San Miguel ese caso, que estaba ya perdido: La señora había perdido su juicio, le habían dado una mínima pensión de alimentos, y era obvio, por los antecedentes que de la noche a la mañana logré reunir, que su ex marido podía pagar más. Entonces, ya que no habían suficientes pruebas en el expediente para apelar a ello, lo que hice fue ir a ver la oficina, la empresa del cónyuge. Y la miré por fuera y no se por qué me hice la idea de que eso me podía ayudar en la defensa que tenía que hacer. Al día siguiente, alegué y dediqué mi alegato a describir la fachada de la empresa, el movimiento que se veía de funcionarios que entraban y salían, la camioneta que repartía, lo que vendían, y basé mi alegato exclusivamente en esto. La abogada de la contraparte estaba feliz a la salida, con una sonrisa radiante, porque yo no había dado prácticamente ningún argumento jurídico y, sin embargo, la Corte falló a favor de la apelación. La acogió, modificó la pensión de alimentos y la subió. Creo que en esto me ayudó la literatura precisamente, en el hecho de haber podido pintar de una manera vívida un ambiente, de encarnar en personas, en circunstancias conocidas, (digámoslo así) normas frías que estaban aparentemente en contra de mi defendida y, en cierto modo, en contra de la justicia.
            También mi paso por la Escuela de Derecho no fue sólo este aserrín del que estábamos hablando antes. Hubo otras cosas. Sí, muy buenos amigos que mantengo hasta hoy. Escribí poesía en el Conservador de Bienes Raíces con Carlos Browne, otro amigo poeta; editábamos una revista que dirigió Pablo (Ruiz-Tagle), en que publiqué un artículo que se llamaba "Del Suicidio Considerado Como Una de las Bellas Artes". Lo del suicidio ya les dirá algo del estado de ánimo que se vivía, y creo que en definitiva todo esto se integra en la experiencia de un escritor. Con esto quiero llevarlo a un terreno muy  personal, en una tensión que también se da en el lenguaje. Esta es la reflexión que yo puedo aportar. No tengo idea si tiene que ver con lo del libro (Justicia Poética), porque hice pésimo mi tarea. Decidí no calentar el examen y no leí el libro de Martha Nussbaum. Yo creo que la tensión que existe es la siguiente: si algo me quedó del estudio del derecho es -sobre todo del estudio memorialístico del texto positivo que a mí me tocó- esta pasión minuciosa por el sentido único de la palabra y por los riesgos del uso equívoco, impreciso de la palabra.
            Después me tocó ejercer el Derecho Comercial en la asesoría de empresas, y toda la negociación de contratos estribaba en usar adecuadamente aquella palabra que pudiera representar lo que se estaba pactando, y no otra que pudiera representar un juicio de quizás impredecibles consecuencias. En cambio, la literatura ha sido para mí todo lo contrario. Ha sido la investigación de la ambigüedad de las palabras; ha sido -y digo mala investigación- el permitir que las palabras se premien de las ambigüedades que traen; el admitir los sentidos múltiples, equívocos de la palabra. Pero esta tensión es justamente lo que yo rescato de mis estudios de derecho, en función de lo que he tratado de hacer como escritor también. Es decir, ha sido una tensión entre estos dos polos. Y es así, porque tuve un entrenamiento que me obligaba a buscar, a verificar la precisión en el uso del lenguaje, que también he podido -creo- sentir la necesidad de abrir las palabras y el lenguaje a múltiples sentidos, a niveles de lectura distintos de aquellos que la hermenéutica jurídica ofrece. No puedo decir mucho más, porque trato de no ser demasiado consciente de mi oficio. Pero esa tensión nació aquí, y es una tensión de la que aún hoy me alimento, y que, de esta  manera, se la agradezco al estudio.

Pablo Ruiz-Tagle: ¿Samuel? 

Samuel Soto: Comentario breve. Me da la sensación primero de que las leyes no sólo se están vendiendo en la calle. Y eso es terrible.
            Eh... El gusto por la poesía me ha hecho aborrecer los versitos y los verseros. Anoche, con rabia, vi un chistecito rimado cuando le preguntaban a un ejecutivo de Endesa si ellos habían presionado a una señora mapuche a firmar la venta de un terreno, y él dijo: "Endesa no anda en esa."
             A mí me gusta ser abogado. Como todos los días con eso, y no quisiera comer de otro modo. Y también he ganado algunos casos... Pero siempre han resultado más gratos los casos que se han ganado ejerciendo gratuitamente, y voy a recordar para el resto de mi vida aquél en que, en una sentencia penal condenatoria, logré dar solución a una señora que le habían encontrado 60 kilos de marihuana, demostrando lo indemostrable: que ella nunca había poseído dicha marihuana. Y lo otro que de repente puede uno llegar a amar de las leyes, no de la generalidad de las leyes, sino llamémoslas de ciertas piedras preciosas, es... Voy a citar una, está citada acá...

Pablo Ruiz Tagle: ¡Di de dónde es ese libro!

Samuel Soto: Es un libro mío. Epico.

Pablo Ruiz-Tagle: ¿Libro compendio?

Samuel Soto: No se encuentra, así que no sirve de nada hacer referencias. El último verso está extraído de un texto jurídico. Se llama "Gato":

"Mira con cuidado la carne de ese gato
Míralo respirar, inspirar las horas que vinieren
Exhalar las horas que le quedan
Negro rostro del alivio
Negro rastro del extravío
Observa también a Amelia, que lo lanza por el balcón
Lastrosa pieza de su deseo
Lustrosa pieza de la pérdida
Recuerda: Los heridos y los enfermos serán recogidos y sanados."
(15)

Eso es todo.

Pablo Ruiz-Tagle: Bueno. ¿Hay alguna dúplica?

Jorge Edwards: Yo quiero decir una cosa muy breve, que se refiere a la relación del lenguaje jurídico con la literatura. Quiero recordar que Stendhal, uno de los escritores franceses del siglo XIX dijo muchas veces que él, para mejorar su estilo, leía el código civil francés. Yo mismo leía bastante el código civil de don Andrés Bello que, por lo demás se los recomiendo como lectura literaria de gran calidad, aunque que después pasé a otras lecturas, felizmente. Pero es verdad que esa precisión, ese rigor del lenguaje de los buenos juristas es muy estimulante para la literatura.
            Les quiero decir otra cosa: Que después estudié con una beca Asuntos Públicos e Internacionales -una cosa un poco vaga- en Estados Unidos, en una universidad norteamericana, y yo le dije al profesor con toda franqueza e ingenuidad: "Mire, yo en realidad quisiera estudiar literatura" y el profesor me dijo: "Muy bien, lea entonces a Jefferson, a Madison, a Adams" -es decir a todos los constitucionalistas norteamericanos de la fundación de la república norteamericana- "porque eso es pura literatura". Y si hubiera dicho lea a Rousseau, a Montesquieu, habría sido igual: es pura literatura, pero además es otra cosa. Y la literatura buena siempre es además otra cosa.

Pablo Ruiz-Tagle: Eso es muy interesante...

Armando Uribe : ¿Puedo hacer una acotación? Efectivamente. Tal vez ahí está la diferencia con la ley. La literatura siempre puede ser además otra cosa. Y la ley no puede ser sino la cosa que es. Por eso que tiene la ley un imperio que la literatura no tiene. La literatura persuade por la fuerza propia de las palabras; en cambio, la ley persuade y obliga porque está respaldada por el imperio, la fuerza y el poder, como dijo Hamurabi (si fue realmente Hamurabi).
            En todo caso, la acotación iba para otro lado, como la cola del ratón en "Alicia en el País de las Maravillas": En el código de Bello hay una altísima y curiosísima literatura, y   -esto ustedes lo saben pero lo voy a repetir- hay un artículo, poético, inconcebible, que dice "Los náufragos tendrán libre acceso a las playas". (16)

Jorge Edwards: Cosa que parece evidente, pero no es tan evidente. Sobre todo hoy en día, que tratamos que los náufragos desaparezcan, silenciosos, bajo el agua. Hasta los obligamos a ahogarse.

Pablo Ruiz-Tagle: Vamos ahora a aceptar preguntas del público. No sé si alguien quisiera hacer alguna pregunta...

Pregunta (1): Yo quiero saber si hubo alguna vez una tradición de derecho y poesía Me parece que sí, y que ustedes dos (Armando Uribe y Jorge Edwards) son los únicos representantes. ¿Qué pasó? ¿Por qué se rompió esa tradición?

Armando Uribe: Pasó algo el año 73, fíjese.

Pregunta (2): Yo tengo una pregunta para Carlos Franz. No sé si será desubicado, pero quisiera centrarlo en la literatura, y no tanto en la literatura y su visión con la justicia. Se dice que después de la muerte de Donoso hay un panorama de desorientación general en cuanto a qué están haciendo los escritores en Chile, en cuanto a los planteamientos estéticos que están llevando a la práctica. Y a los lectores pareciera que nadie nos ayudara en esto. Cuesta saber qué escritor es bueno, cuál es malo, cuál es más o menos. Incluso algunos venden mucho sin ser buenos escritores, y hay gente que se confunde y piensa que son buenos. Ahora, sí hay ciertos escritores dentro de esta panorámica -y por eso la pregunta va hacia usted -, como Carlos Franz, como Gonzalo Contreras, como Jaime Toledo, que asumen una conciencia de la labor creativa, de llevar los planteamientos estéticos: ésa es su función y sé que esto es algo que se discute en los círculos literarios y también en la universidad. Sin embargo, pasa que ciertos intelectuales no son capaces de asumir este debate y darle un carácter público y yo pienso que también es función primordial de los intelectuales llevar adelante este tipo de cuestionamientos o proponerlos.

Carlos Franz: Bueno, usted dice "nadie nos ayuda a los lectores" sin tener en cuenta que nadie nos ayuda a los escritores tampoco a resolver este tipo de cosas. Yo estoy de acuerdo con usted en una parte de su comentario, es decir, creo que hay efectivamente una confusión, tal vez la ha habido siempre, entre distintas maneras de enfocar la literatura, y particularmente en la narrativa, que es lo que trato de hacer, confusión que está mediada muchas veces por el mercado.
            Pero creo que básicamente nosotros nos estamos enfrentando a (hablo un poco por mi generación, y un poco por conversaciones dentro de grupos de escritores) la necesidad de pasar a una segunda etapa del debate, es decir, es necesario distinguir mejor las estéticas en las cuales cada uno está ya sea de manera consciente como inconsciente, y defender algo que me parece un capital perdido en mi generación: defender la figura del escritor artista frente al escritor profesional, frente al escritor al servicio de la actualidad. Preferir al escritor que se relaciona con la "contemporaneidad", que es otra forma de contar la relación con su época.  Estoy dando simplemente pinceladas de ese problema, pero que en verdad se enfoca básicamente en esto: la figura del escritor artista ante la profesionalización del ejercicio de la literatura muchas veces confundida con el reportaje, el periodismo... Ese es el debate que falta, está apenas esbozándose. Yo espero que este interesante debate se vaya sintiendo el próximo siglo.

Jorge Edwards: Yo creo que la respuesta a esa pregunta básica -estoy de acuerdo con lo que ha dicho Carlos- es la actual situación de la crítica, que es terriblemente débil. La crítica en estos momentos es casi nula, es decir, la crítica es una gacetilla que se hace en los diarios y, básicamente, consiste en una crítica sin autonomía crítica. Es una crítica refleja, es decir, si un escritor chileno vende tal cantidad de ejemplares o se hace publicar en Estados Unidos u otro lugar, la crítica inmediatamente de forma refleja y pasiva lo acepta. Pero la crítica chilena no es capaz de valorizar un autor por sí misma, de hacerlo válido para Chile o para cualquier parte. Eso quizás existió en el pasado, no estoy totalmente seguro. Yo creo que hubo crítica en Chile en el pasado, la que, por ejemplo, consagró a Gabriela Mistral primero en Chile, y eso nos sitúa en un fenómeno de gran debilidad para la cultura chilena actual.

Armando Uribe: ¿Puedo agregar algo? Aquí había crítica a la altura -pequeña altura-  de este país, que, después de todo y aunque no se pueda calificar al pasado, ha sido siempre un pobre país modestito. No, no nos cachiporriemos.  Pero ha habido crítica muy influyente en el pasado. (...) En esa época también había cuatro o cinco o seis críticos nada más en Santiago. Habían también en provincia... Latcham, Hernán del Solar, Juan de Luigi... Críticos que eran seguidos y entendidos y entendían lo que leían ¡y habían leído además! A modo de ejemplo: un libro de hace ya cuarenta y tantos años, cincuenta tal vez, un libro de Boizard, un ensayo interesante de un periodista que era periodista literario también, que trata en profundidad de hombres públicos chilenos, de Arturo Alessandri Palma, de don Horacio Walker, del señor Ibáñez del Campo. Cuatro retratos en profundidad.  Segunda edición, año 52. En las solapas aparecen, de la primera edición ¡catorce críticas!, con comentarios de diferentes críticos de Santiago y de provincias, del norte y del sur del país. Ahora, ¿hay catorce críticos de un solo libro, cualquiera que sea? De modo que pasó una pequeña cosa en una fecha que no voy a repetir.

Pregunta (3): Quisiera preguntar acerca de que muchas personas que estudian derecho tienen una vocación secreta por la literatura o que en algún momento decidieron estudiar derecho porque era más conveniente, porque ganarían más dinero, y me parece muy válida esta decisión que se produce en ustedes en algún momento, de decir "bueno, dejo esta carrera y estudio literatura".

Jorge Edwards: Es que la decisión no se produjo, porque, yo al menos, terminé la carrera y, cuando estudiaba esta carrera, escribía también. O sea, fue una cosa paralela. 

Armando Uribe: Es el caso de Carlos Franz, el caso de Samuel Soto, el caso de Pablo Ruiz-Tagle, y el caso de algunas personas que veo aquí, que no han terminado ya.

Jorge Edwards: Ahora, la pasión secreta por la literatura yo la descubrí, he descubierto... He descubrido iba a decir...

Pablo Ruiz-Tagle: ¡El aserrín!

Jorge Edwards: No, la pasión secreta por la literatura, he descubierto que es la cuestión más difundida que existe hoy en este país, porque uno está en una comida, sentado al lado de un ingeniero, y al otro lado hay una señora que es arquitecto, y frente a uno hay un abogado, y resulta que todos en algún momento fatal le dicen a uno "Tengo el manuscrito de una novela y quiero pasártelo para que lo leas." Los manuscritos que tengo yo en mi escritorio llegan más o menos a la mitad de esta sala. Y hay espera.

Armando Uribe: Hubo hace ocho, diez años un concurso de poesía de abogados: ¡575 postulantes!

Jorge Edwards: Esa es la pasión oculta nacional. Todos quieren ser escritores, pero nadie quiere leer y nadie quiere ser crítico. Es una especie de enfermedad de la literatura.  

Pregunta (4): Martha Nussbaum en su libro confronta la literatura con otras artes, como el cine. Quisiera saber cómo afrontan ustedes como escritores a los enemigos de la literatura que son hoy en día los medios audiovisuales.

Carlos Franz: ¿Te puedo hacer un comentario? No sé si apunta directamente a este tema, que es un tema de debate permanente, desde el auge de los medios audiovisuales, desde la radio en adelante, en realidad. Pero yo tengo la siguiente sospecha: primero, no soy un enemigo de los medios audiovisuales. En fin, creo que desde mi perspectiva como narrador participan de una sustancia común: cuentan historias, y este ejercicio ficcionador parte de un impulso común. Pero la gran diferencia está -entre la narrativa y el cine u otra manifestación de este tipo- en la mediación que hace una industria, es decir, el escritor tiene desde siempre y todavía la gran suerte y la terrible desventaja de su soledad. El arte de escritura se agota en el escritorio, y yo, después que he logrado agotarlo -en mi caso me demoro muchos años en hacerlo- me voy a una editorial y le pido que haga diez mil copias idénticas de mi original para venderlo. En cambio, en el cine o en la TV, lo que ocurre es que tienen también un escritor, hay escondido un escritor ahí, o a veces varios, que pueden tener excelentes ideas, brillantes, planteadas de un modo poético incluso, pero luego viene todo un proceso de producción, en el cual intervienen otros factores, factores que van desnaturalizando la obra hasta convertirla en producto.
            Yo creo que esto es lo que produce esa sensación muchas veces, no siempre, de que una película o una serie de televisión podría ser más que la historia que nos están contando, ya que ha sido deformada en muchas mediaciones. Todo esto, sin dudar que el cine a mí me parece un arte ya aprobado suficientemente en este siglo, y es un arte con todos sus títulos.

Armando Uribe: Aquí desde antes que se filmaran maravillas en las obras de Raúl Ruiz, empezó Raúl a estudiar en la Escuela de Leyes. Yo vi la primera obra de Raúl, cuestión notable.  En seguida pasó al cine, y la verdad es que se nota en sus películas (que son extraordinarias), que hay problemas de tipo jurídico y judicial. Está "La Hipótesis del Cuadro Robado", extraordinaria película que trata de eso, y luego les puedo decir algo que ha dicho Raúl en público: Todos los asuntos que trata, aunque ocurran en Portugal o en ninguna parte, en el País de Nunca Jamás, ¡siempre son asuntos chilenos, que han ocurrido en Chile! Y muchas veces son asuntos de esa especie, de orden político-legal. Podría citar obras, pero no lo haré para no alejarme. En fin: Ahí se delata la formación que tuvo en tres años de esta Escuela de Leyes, lo que no ha podido olvidar ni perder, y la ha aprovechado haciéndola cine, que sin embargo parece tan distante.

Pregunta (5): En el libro de Martha Nussbaum se plantea la teoría de tratar de humanizar el derecho y de no basarlo tanto en la teoría utilitarista económica que ha imperado en los últimos veinte años. Entonces, yo les pregunto a ustedes como escritores y abogados, ¿cuál es la forma real de llevar esto a la práctica, cuál debería ser el poder de la literatura que, aunque no fuera protagónico, sí sea determinante para contribuir a la humanización del derecho, que es lo que quiere Martha Nussbaum?

Samuel Soto: Bueno, yo hago clases. Y en esto he convenido hacer ciertas decisiones trágicas o graciosas. Uno sabe que al final del año hay una rasante que establecen otros, y por eso no se puede dejar de pasar las leyes, "las malditas leyes", como decía una amiga mía. Pero se puede utilizar -de hecho yo lo hago en una de mis clases- la literatura. Pienso, por ejemplo -yo soy profesor de derecho del trabajo-, cuando he pasado algunas veces la limitación de trabajo a menores en faenas subterráneas, no he podido nunca olvidar de mencionar "Subterra" de Baldomero Lillo, por citar algo bastante conocido, porque si uno no entiende ese sufrimiento, no entiende la lucha por esas normas. Es necesario ponerse en la carne de otros. A mi me parece que en el libro de la Nussbaum, en su primera pretensión, es decir, rescatar la emoción, hay un poco de mentira en el supuesto de que uno puede salir de la emoción. Yo tiendo a pensar que uno no puede llegar a ese extremo. Uno siempre hace las cosas a partir de la emoción y esto ha sido estudiado, por ejemplo, en los últimos escritos de los teóricos constructivistas radicales. Cito eso para evitarme todas las justificaciones. Tiene una pretensión menor el libro, diciendo que en realidad no se trata de enseñar empatía, pero me parece que esa pretensión es mucho más importante que toda la justificación de la emoción dentro del racionamiento público. Y se puede utilizar, pero hay que dosificarlo, porque al final del año nos podemos encontrar con gente a quienes la poesía los perdió. Yo cito a alguien de la poesía con nombre y apellido: Pablo Rodríguez. Léanse su libro de poesía y después... Lamentable.

Armando Uribe: ¡Qué excelencia!

Pregunta (6): Yo quiero hacerle una pregunta a don Armando Uribe. Hace poco, conversando con usted, le pregunté acerca de la relación entre la literatura y el derecho, y me dijo que leyera "El Contexto", de Leonardo Sciascia, porque ahí la iba a encontrar. Me gustaría que explicara por qué.

Armando Uribe :El protagonista conversa con el Presidente de la Corte Suprema sobre el sentido de la cosa juzgada. La autoridad judicial niega que pueda haber errores judiciales, y sostiene que la cosa juzgada es la verdad y que debe tenerse por tal, no sólo en términos del expediente del proceso, sin en términos absolutos. Para ello critica muy fuertemente el ensayo de Voltaire sobre el "Affaire Calas" ("Tratado sobre la tolerancia con ocasión de la muerte de Jean Calas"), en el cual se comprueba el error judicial cometido en una sentencia condenatoria a muerte de un inocente, como se probó después de su ajusticiamiento.
            El presidente de la Corte Suprema sostiene que guarda inédito un libro suyo, que es la refutación de Voltaire. El protagonista defiende la justicia contra la cosa juzgada cuando hay error. Y esta conversación es una de las mejores presentaciones del asunto justicia contra error judicial, y descripción del sentido de la cosa juzgada. Esto fue realizado por el escritor Sciascia, que siempre se lamentó que le hubieran dado doctorado honoris causa en literatura y no en derecho, aunque no fuera abogado.

Pablo Ruiz-Tagle: Bueno, agradecemos a los invitados: a don Jorge, a don Armando, a Carlos y a Samuel, y a los demás participantes de esta conversación por haber hecho posible estos momentos de diálogo en torno a este tema, que tan poco ha sido debatido en esta Escuela y, en general, en todas las demás facultades de derecho de este país. En el caso personal mío, creo que no sólo es un tema importante respecto de los estudios del derecho, sino que también nos ha servido para conocer nuevos enfoques de la literatura y del papel que ésta pueda llegar a desempeñar en nuestras vidas, como personas. Por último, quisiera dejar en claro que creo que cuesta a veces imaginar cómo llevar a la práctica estas ideas, y por eso el debate sobre Derecho y Literatura no se cierra aquí, más bien aquí comienza, y los invito a seguir reflexionando y a que continuemos esta conversación en otra oportunidad. Gracias.


*          *          *

"Publicado con autorización de la Revista Derecho y Humanidades de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Todos los derechos reservados".


 


(1) .
Gustav Radbruch, "Introducción a la Filosofía del Derecho", 3ª edición, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1965, p. 14: "Cuando me acuerdo de ti ¡Oh derecho romano! ... como si hubiese tragado una piedra de molino..."
(2). Martha Nussbaum, "Justicia Poética", Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997.
(3)Vid. "First Thing" (1996), p. 37-41.
(4)Fred Rodell, "¡Ay de vosotros los abogados!", p. 181, Depalma, Buenos Aires, 1994.
(5)"...Time present and time past/ Are both  perhaps present in time future/ And time future contained in time past./  If all time is eternally present/ All time is unredeemable/  What maigh have been is an abstraction/ Ramaining a perpetual possibility/ Only in a world of speculation / What maigh have been and what has been/ Point to one end, wich is always present. There is only the fight to recover what has been lost / And found and lost again and again: and now, under conditions/ That seem umpropitious. But perhaps neither gain nor loss. For us, there is only the trying. The rest is not our business. / Time the distroyer is time the preserver." T.S. Eliot, "Four Quartets", en "T.S. Eliot, The Complete Poems and Plays, 1909-1950", p. 117 Hardcourt, New York, s/f.
(6). Laotsé, "Tao Te King", 3ªedición, p. 178, Cuatro Vientos Editorial, Santiago, 1993.
(7). Jonathan Swift, "Viajes de Gulliver", Hispanoamérica Ediciones Argentina, S.A., Buenos Aires, 1984.  Señala en p. 125 (Viaje a Brobdingna, cap. VII) que: " ...Ninguna ley del país puede exceder en palabras al número de letras de su alfabeto, que consiste sólo en veintidós. Y muy pocas alcanzan esa longitud. Están expresadas en muy sencillos y claros términos, y aquellas gentes son lo bastante sutiles para encontrar más de una interpretación..." Añade más adelante en p. 234 (Viaje al país de los Houyhnhnms, cap. V), refiriéndose a los abogados: "Ha de observarse, análogamente, que esa asociación posee una jerga peculiar, no comprendida por otro mortal alguno, y en ellas están escritas todas nuestras leyes, que ellos ponen especial énfasis en multiplicar, de manera que han acabado confundiendo la misma esencia de lo verdadero y lo falso, de lo justo y lo injusto..." Véase también Jesús Prieto de Castro, "Lengua, Lenguaje y derecho", p.143 y ss. , Editorial Civitas, Madrid, 1991.
(8). Lewis Carrol, "Through the Looking-glass and What Alice Found There". En: L. Carrol, "The Complete, Fully, Illustrated Works", p. 136, Gramercy Books, New York, 1995. Véase también Samuel Soto, "El Huevo Parlante", en El Mercurio, Santiago, 20 de diciembre de 1998, p. E7.
(9). Alejandra Pizarnik, extracción de "La Piedra de Locura y Otros Temas", p.50, Visor Libros, Madrid, 1993.
(10). Roscoe Pound, "An Introduction to the Philosophy of Law", 10ª reimpr., p. 47, Yale University Press, New Haven, 1969.
(11).   "Shall I At Least Set My Lands In Order?...", T.S. Eliot, "The Waste Land", en T.S. Eliot, "The Complete Poems and Plays, 1909-1950", p. 50, Hardcourt Brace, New York, s/f.
(12). Lao-Tsé, supra, nota 6, p. 181.
(13). Juan Luis Martínez, "La Nueva Novela", p. 126, Ediciones Archivo, Santiago, 1985.
(14). Vid. Roque Dalton, "Un Libro Levemente Odioso", UCA Editora, San Salvador, 1989.
(15). Artículo 3º de la Convención de Ginebra del 12 de Agosto de 1949, relativo a la protección de la vida de personas civiles en tiempos de guerra.
(16). Artículo 604, inciso 2º.

 

 


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