VOLODIA TEITELBOIM
 
 



Hijo de la memoria

por Volodia Teitelboim


Nos arrojan al mundo y no siempre nadamos como pez en el agua. A los pocos días abrimos los ojos, aunque nunca del todo. Lo que está alrededor nos va marcando. Allí está la mirada, con una pregunta adentro. Perplejidad del que se asoma a la vida. ¿Nadie nace filósofo? Pero allí está el ser buscando, mirando, tratando de saber qué es esto de vivir. Al principio parece un juego. Y jugamos. Tal vez con el pezón de la madre y con ese cordón umbilical que está allí aunque se haya cortado. En el intercambio con ella reside el principio del principio del placer.
..... Se ponen en movimiento los cinco sentidos. Estos suelen generar en los que tienen una propensión particular el sexto sentido comunicante, que puede expandirse en muy distintas direcciones.

..... La escritura es una expresión. Suele darse en los más callados, en los tímidos metidos en su propio recoveco o en los bulliciosos escandalizantes. Misterios de los códigos genéticos. Raíces indescifrables. También la alimentación del mundo desata la palabra, lo hablado y lo escrito. Se entrevé el orador o el autor nato. La palabra como fuente del todo o nada. Decir, escribir o morir. Así nace el escritor, pero pobre de aquel que nace y no se hace. Pues el escritor se hace con trabajo. Tal vez allí resida una relativa rareza.
...... A partir de los seis años garabateo. Dibujo palotes. El descubrimiento de la a fue mi ingreso a las letras. Ahora imagino que anunciaba la literatura.
..... Antes de la escritura tuvo que venir la lectura. Y antes y después que la lectura la incansable e instintiva absorción de la vida.

..... Allí, al fondo del tercer patio de la casa de provincia, bajo la sombra de un árbol con un millón de hojas, junto a mi hermano Miguel construimos de barro nuestra primera ciudad futura. En ella no había cárceles, regimientos ni cuarteles. Sí plazas de juegos infantiles. Ningún automóvil porque entonces casi no circulaban por las calles de Curicó. Era la ciudad de los sueños infantiles. Tendido sobre el suelo, boca abajo yo leía Quintín el aventurero en "El Peneca", que llegaba religiosamente los días lunes. Lo devorábamos y nos poníamos a chupar sus huesos toda la semana. Hasta que pasamos a la asignatura enciclopédica superior, El tesoro de la juventud. Más tarde a la revelación mágica, al libro de los milagros, que nos contaba la odisea del hombre, desde que el Dios único lo fabricó de barro, como nuestra ciudad a la sombra del árbol. Era el ingreso a la utopía, a la tarea humana. Iniciábamos la búsqueda de la felicidad. No sabíamos que sería al precio de muchas desgracias, las tribulaciones del amor y el temor a la muerte.
..... Todo lo tomábamos por verdad en la boca de los profetas. Pura y santa verdad. En la Biblia supimos cómo Dios hacía el mundo en seis días. Eso queríamos hacer nosotros. Fabricar nuestro propio mundo.

El "continúa mañana"

..... Tal vez queríamos hacer un mundo mejor. Porque teníamos miedo, miedo al infierno. ¿Por qué existía? ¿Sólo para asustar a los niños? Teníamos siete, ocho años y veíamos cómo era el mundo: desigual, dos clases de personas, ricos y pobres; dueños de fundo, de la viña Lontué. Peones de ojotas y ponchos llovidos. Se les pagaba la mitad del jornal en especie. Allí estaban empapados por la lluvia de julio, durmiendo "la mona". La cortina de agua los bañaba calando los andrajos agujereados y penetrándolos hasta los huesos.
..... Yo era en el liceo el "cabeza de cobre", el "cabeza de incendio". El niño pelirrojo tenía un incendio en la cabeza. Quería saber, quería aprender, quería decir algo. Y no sabía cómo. Creo que me leí toda la biblioteca. Leía, leía. El pequeño endemoniado, Yo pecador, quería morder la manzana. ¿Deseaba treparme al árbol de la sabiduría? No, no, no. Era sólo porque me gustaba, porque era un goce, un ansia extraña de ser y decir. ¿Y qué podía decir ese pequeño taciturno que no se atrevía sino en su interior, que se iba formando anda que te anda por un pueblo de ocho cuadras por ocho, donde ese caminador que miraba con ojos de pregunta conocía hasta la última piedra?

..... Durante las vacaciones íbamos a casa de los primos en Chillán o venían los primos de Santiago.
..... El cerro era nuestro campo de operaciones, cazando mariposas y matapiojos. Pero un día decidí ponerme a escribir. Recuerdo que algo me llevó a comprar un cuaderno de composición de cuarenta hojas y me encerré en una pieza aislada. Sería escritor. Yo no sabía bien lo que era eso. Pero como lector de folletines por entrega, cuyo primer capítulo se deslizaba gratuitamente por la rendija de la puerta, como anzuelo en la promoción de ventas, decidí escribir mi propio novelón.
..... Eran las telenovelas de esa época, en que no había radio ni nadie, al menos que yo supiera, soñaba con la televisión ni con culebrones, según el decir de los españoles, ni con "Pura Sangre" o "Buen Partido". Pero al parecer la técnica era la misma. La forma cambiaba. El sexo no aparecía tan a la vista. Era sobre todo el conflicto de los malvados y los buenos. Era el duelo de los puros y los perversos, de los limpios y los villanos. Leíamos Los tres mosqueteros. Reinaba Dumas; pero sobre todo Eugenio Sue con El judío errante. Tal vez ese título influyó el nombre de mi folletín Vagabundo por honra. Era un espanto, un mamarracho, parecido al vertedero de lágrimas Genoveva de Brabante, tan abandonada con su hijo recién nacido. Pero el rey, el rey coronado del género entró como un gran río, como un ejército imparable que atacaba con hechos y emociones, en la obra magna. Era su Majestad Víctor Hugo. Eran Los miserables.

Yo también veía a los miserables criollos todos los días por la calle.
..... Y el niño con la extrañeza en los ojos, con un signo de interrogación dibujado en la pupila, se sentía incomprendido por el mundo y la familia. Tal fue el nudo ciego que impulsó a ese muchachito de ocho años a confiar al papel su drama, entre real e imaginario, de un modo patético, pavoroso. Así nació el escritor secreto, que intentaba su propio folletín, imitando también los episodios que leía nada menos que en "El Mercurio". En general los diarios de entonces se sentían obligados a publicarlos como un gancho o imán monetario, a sabiendas que dos palabras prometedoras, "continúa mañana", asegurarían la fidelidad del lector.
..... El escritor sigiloso fue subiendo la nota a medida que mejoraban los maestros. Corazón, con capítulos llorados como "De los Apeninos a los Andes", se leía en el gimnasio del liceo los miércoles por la tarde. Pronto yo abandoné a Amicis. Fui descubriendo, por vía del profesor de dibujo, Barack Canut de Bon, un libro-revelación, cuya versión en cine mudo fui a ver por consejo suyo a la galería del Teatro Municipal. Fue el descubrimiento de la otra cara del mundo, que, sin embargo, algo tenía que ver con este borde del planeta. Era Resurrección. Era León Tolstoi. Era Katiuska Maslova, la joven de pueblo seducida. Era la conciencia atormentada del príncipe Nejliudov. Todavía tengo en los ojos la nieve, el viaje de los penados hacia Siberia. Los truenos y rayos del arrepentimiento, el hombre frente a sí mismo. Nos estremecimos. Estábamos aprendiendo cómo era el mundo, el ser humano.

Echen abajo la vieja puerta cochera

..... La política se nos presentó brusca, violentamente. Puedo decir con exactitud la fecha: el primer domingo de marzo de mil novecientos veinticuatro, pocos días antes que yo cumpliera ocho años. Miraba por la ventana de la casa de mi tío Manuel. Contemplaba, entre asustado y curioso, el asalto con lanzas de una compañía del Regimiento Dragones. A topones, a empujones trataban de echar abajo el portalón del edificio de enfrente, donde funcionaba la Municipalidad. La orden era robarse las urnas en una de las más bulladas elecciones en la historia de Chile. Disputaban una senaduría y una diputación la Alianza Liberal y la Unión Nacional. Había visto por las calles a los candidatos de la Derecha, al senador, Ladislao Errázuriz, su bastón con cacha de plata, y al diputado, Manuel Rivas Vicuña. Por la Alianza Liberal Santiago Lazo y Arturo Olavarría. Esa vieja puerta cochera del Municipio era dura y sólida. Los caballos volvieron a embestir una y otra vez hasta que por fin la derribaron. Entraron los lanceros a caballo y salieron victoriosos, con las urnas, al galope.
..... El niño de ojos atónitos era un testigo que encontró la escena parecida a las películas que veía en la matinée, donde Buffalo Bill peleaba con los indios. Mucho después, oí decir: el hombre que donde ponía el ojo ponía la bala, sentía mas bien simpatía por los pieles rojas que eliminaba. ¡Cosa rara! Bueno, de hechos extraños está repleto el absurdo del mundo. No sabía aquel chico que esa elección, consumada al más puro estilo del Lejano Oeste, sería el argumento principal esgrimido por los golpistas de septiembre de mil novecientos veinticuatro para derrocar el gobierno de Arturo Alessandri Palma.

..... Entronizaron por cuatro meses en La Moneda al general Luis Altamirano, quien no tardó en prohijar la candidatura presidencial del hombre del bastón con cacha de plata, Ladislao Errázuriz.
..... Así ese niño descubrió con sus ojos la fina maravilla de esa lucha política y también la firmeza con que el ejército mantenía su prescindencia. El pequeño escritor privadísimo se embebió pronto en la lectura de los poetas de textos escolares. Así le llegaron y lo dejaron sucesivamente, cada uno a su turno, boquiabierto, Gabriela Mistral, Pablo Neruda. Por el momento Huidobro y De Rokha eran nombres que asomaban muy a lo lejos como si fueran centellas venidas de otra galaxia.
..... Cursaba sexto de humanidades y un día el profesor de francés, Víctor Barberis - que no permitía en su clase hablar en castellano- , dijo con una sonrisa ligeramente mefistofélica algo cabalístico para todos, menos uno: "Nous avons un poète". Él era miembro del jurado y guardaba el secreto. No dijo nada más. Días después se supo que había sido premiado en los Juegos Florales de la Fiesta de la Primavera con el Canto a la juventud.
..... Tuvo que alargarse los pantalones para coronar a la Reina ese recién recibido poeta de quince años. Dicha paleontológica composición primeriza, que adolecía de la inmadurez correspondiente, de leerla a más de sesenta años te sobrecoge un poco porque compruebas que allí están en embrión visiones, temas, sentimientos que a través de la vida no harías sino desarrollar. Aparecía con leves curvas la misma línea, que se extendía, cambiando de formas. En ese año mil novecientos treinta y uno se hicieron patentes en esencia las dos vertientes por las cuales ha fluido mi quehacer, cada una por su cauce específico. Ser y actuar. Ser parte del mundo, contarlo y cambiarlo, como actos correlativos. Realizar dos sueños que en el fondo eran un solo sueño: goce, entrega y servicio, actitud moral.
..... No. La poesía debe responder con sustancia propia. Debe ser creación de cada día. No un manifiesto. Después de la experiencia traumática de la Antología dejé de escribirla. En verdad la echaba de menos. Me dolía ese abandono, que cegaba algo que sentía vivo en mí.

Entre Marathon y Atenas

..... Me volqué a la historia, al periodismo, en el cual trabajé con intermitencias. Pensé que no era un poeta. Podría escribir tal vez novelas que fueran la otra cara del realismo. Todavía no se habla de realismo mágico. No podía saltarme la revolución literaria del siglo XX. Trabajar con la nueva mirada que se interna no sólo en los laberintos de la vida visible sino que penetra en los hondores más recónditos. ¡Bucea por dentro! Así nacieron Hijo del salitre y La semilla en la arena, que no quisieron ser transcripciones panfletarias de masacres y campos de concentración, aunque ellos fueron parte del asunto, sino recreación de vivencias anotadas y sufridas a ratos con la intensidad del drama individual-colectivo, con la aspereza del desafío que nunca deja de buscar la realización de un gran sueño.
..... Había que cuidar la verosimilitud del paisaje, pero sobre todo la verdad íntima del personaje. Y también el vocabulario, que nunca debía admitir la transgresión del ripio, la consigna muerta, la palabra vacía. Porque la palabra viva, la verdad desnuda, sutil o misteriosa, es la materia prima con la cual se hace la literatura. Y esta materia, esta palabra nunca puede ser vil ni cascarrienta.

..... Hoy entro a una nueva etapa de la maratón. La distancia entre Marathon y Atenas - no sé cuánto hasta Esparta- dicen que es de cuarenta kilómetros. Si cada kilómetro admite en comparación un año, hemos recorrido maratón y media tratando de seducir la página blanca. No me siento en absoluto cansado. Me siento tan cargado de proyectos como cuando tenía veinte años y andaba haciendo locuras con Vicente Huidobro. Mi curiosidad, mis ganas de hacer son mayores aún.
..... Maratón de las cuatro estaciones, de la primavera lejana; de un verano extraño.

..... Un día vi en Moscú una película llamada "Maratón de Otoño". Mostraba una paráfrasis de mi situación. Me reconocí en ella. El protagonista mantiene un desequilibrio estable entre su mujer y su amante. En mi caso están representados por la política y la literatura. Se trata de un conflicto permanente. Lo tienen muchos escritores, artistas. Ganarse el pan durante el día y escribir de noche o los domingos.
..... Mi conflicto es más particular. Soy hombre de dos vocaciones. Tengo una edad casi matusalénica.
..... ¿Biógrafo? ¿Memorialista? Errático de géneros, merodeador de la poesía y la novela, de la historia y del reportaje, de la literatura comparada. Un vagabundo.
..... Neruda, Gabriela Mistral, pública y secreta, Vicente Huidobro, la marcha infinita, Los dos Borges significan un regreso a la vida de los poetas, como un modo de volver a la poesía, que en el fondo nunca dejé de querer. Es un signo de nostalgia, la constancia de una fascinación que el tiempo no disipa.
..... Mis biografías encierran un intento de pulverizar imágenes sagradas. Derribar las estatuas para recuperar la humanidad. Se trata de desnudar al hombre de su ropa, dejarlo sin disfraces, a fin de que aparezca la persona. ¡Adiós a las máscaras! He querido arrancarlos del pedestal para que queden a la vista, a la intemperie la poesía y la vida.
..... La franqueza no excluye la ternura. Platón expulsaba de su república a los poetas por fabuladores. Nosotros los consideramos ciudadanos no sólo de la República de las Letras sino de la sociedad entera. Gabriela, Huidobro, Pablo Neruda, los tres fueron hijos y padres de la realidad y el sueño.
..... Dos padres y una madre de Chile, de un Chile que cuando escuche su palabra será mejor, un país donde la palabra de los poetas sea un instante de felicidad. Un país donde una mujer recita para no sentirse sola y algún hombre le dice versos como una forma de hacer el amor.


 

de su puño y letra

La visita de Julio Cortázar

Lo vimos por primera vez llegar a Chile en 1970, invitado para asistir a la toma de posesión de Salvador Allende (...). Más que a las recepciones, él quería ir a las poblaciones. Sobre todo a una, que tenía algo que ver con la poesía. La población Pablo Neruda. Los acompañé. Y vi su pasmo, su silenciosa estupefacción ante ese espectáculo imposible de presenciar en Europa: las bodas súbitas de la miseria colectiva con el poema explícito, declarado a toda letra (...). En un palo plantado que simbolizaba una esquina de la población todavía teórica, un letrero con caracteres nítidos en pintura negra, decía: Calle 20 Poemas de Amor. Más allá, Calle Crepusculario, Calle Canto General, Calle Navegaciones y Regresos, Calle el Hondero Entusiasta, etc. Percibí el asombro en los ojos del visitante. Esa gente fundaba una ciudad poética, donde la poesía nacía en el vientre de la pobreza generalizada. No era, desde luego, La Ciudad del Sol, de Campanella. Era la población Pablo Neruda, una ciudad cortazariana en cuanto concretaba una parábola, que daba corpus a ese horror al cual se contesta con la esperanza. Cortázar estaba enmudecido de sorpresa, con una mezcla de júbilo y pena.

("Encuentros con Cortázar", Revista Araucaria Nro. 26, 1984)

en El Mercurio
7 de septiembre de 2002


 
 
 

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