El próximo 26 de agosto, en lo que fue
el antiguo Congreso Nacional, verá la luz el primero de los
libros que reúnen los recuerdos literarios y políticos
del ex secretario del Partido Comunista. "Son más de 300
pequeñas historias, unidas entre sí como formando un
collar", dice su autor.
Contento se ve Volodia Teitelboim, porque desde que dejó
de ser Secretario General del Partido Comunista
("políticamente soy el hombre de siempre y no cambiaré
nunca") puede dedicarse a escribir casi un cien por ciento; eso.
"Escribo con una pasión y un fervor enorme", dice.
"Es una forma de felicidad, cumplo un deber para conmigo mismo
y también para los demás.
Su felicidad también tiene que ver con una doble distinción
literaria. Su ensayo Los Dos Borges recibió el Premio Municipal
de Literatura y el de la Academia de la Lengua. Ambos galardones le
llenan de satisfacción, sobre todo porque, alguna vez (como
cuando se le quitó la nacionalidad chilena, en 1984), pensó
que nunca recibiría un reconocimiento en su propia patria.
-¿Por qué después de tanto tiempo decidió
publicar sus memorias?
-Hay que defenderse de las tentaciones de hablar de uno mismo, de
los riesgos de la egolatría. Por eso me resistí a la
idea de escribir acerca de mi propia vida, pero alguien me dijo "te
llevarás tus secretos a la tumba, no escribas sobre ti, escribe
sobre lo que has visto y oído". Más que una autobiografía
es un retrato del país, del tiempo vivido, de los acontecimientos
que presencié o actué.
-¿Cómo se estructura Un Muchacho del Siglo Veinte?
-Es una suma de historias, cada una de las cuales puede ser leídas
como una entidad individual, pero todas están engarzadas como
en el hilo de un collar para formar un todo. Son cerca de 300 historias
en capítulos breves, en dos partes. La primera se llama La
Provincia Lejana, y es mi niñez; la segunda, El Incendio de
la Primavera, que es la juventud, cuando llego a Santiago a estudiar
y a ganarme la vida.
- ¿Qué significa para usted recordar?
-Recordar es un poco vivir de nuevo. En esta tarea de ponerme
a remover el depósito de la memoria, los recuerdos constantes
despiertan recuerdos dormidos. Todo es verdad y todo es, en algún
sentido, invención. Por su forma este libro podría ser
considerado una novela, y no porque me propusiera darle esa estructura.
Fue como abrir una llave, y el agua fue cayendo y encontrando su propio
cauce.
-¿Cree que con esta publicación se está liberando,
al decir cosas que por mucho tiempo debió guardar?
-Creo que hasta mi familia se sorprenderá con algunas revelaciones.
En el fondo cuento la vida del ser humano, del chileno de esa época.
Es también la vida íntima, el mundo psicológico,
el amor, las dificultades y la lucha política. Es un libro
en que yo converso conmigo mismo, de cosas que no siempre me dije,
y que menos expresé públicamente.
Poeta olvidado
-En Un Muchacho del Siglo XX, habla del libro que usted y de Eduardo
Anguita publicaron en 1935, Antología de la Poesía Nueva
Chilena. ¿Qué significó ese trabajo?
-Fue un escándalo inesperado, porque ese libro aparecía
como la aventura desmedida de un par de muchachos vanguardistas, que
bajo la sombra de Vicente de Huidobro, querían establecer un
antes y un después.
Nos sorprendió vernos fusilados a página completa en
La Nación, por el papa de la crítica literaria de ese
entonces, Alone. Aunque yo mismo me alejé de ese libro, la
antología es reinvindicada por cada nueva generación,
y no sólo porque allí hay grandes poetas, sino por su
espíritu de ruptura.
-En ese libro hay un Volodia Teitelboim desconocido: el poeta. ¿Qué
pasó con él?
-Mi grupo de amigos de la universidad, me decían "Qué
tipo de revolucionario eres tú, que escribes una poesía
sin puños cerrados, sin banderas rojas". No -les dije-
yo nunca escribiré poesía de manifiesto, porque la poesía
tiene sus leyes y no puede traicionarse a sí misma, porque
se suicida, no lo haré nunca. Por eso la dejé y derivé
a otros campos, como la novela, que tenían mucho de lo que
estaba pasando en Chile, pero que en su forma fueron trabajadas por
un persona que pasó por la revolución literaria, y que
no acepta el cliché, sino que se exige que cada frase viva
por sí misma. He vuelto a la poesía en la edad madura,
a través de escribir de los poetas. En el fondo es un diálogo
con la poesía, en el que busco recuperar aquello que yo pensé
cancelado. En el libro cuento todo esto. Hablo con franqueza, y no
le echo la culpa a otro, sino que pienso que me faltó convicción
para seguir ese camino".
- ¿Y que piensa de esa decisión hoy?
-Creo que fue una respuesta equivocada. Me dejé llevar por
la presión del ambiente, por una convicción política
de ese entonces, que decía que había que entregarse
entero, sin reservas. No me arrepiento de eso, porque era la honestidad
de un muchacho que quiere vivir conforme a ese principio chino que
dice que "cada hombre llega a la vida con la obligación
de salvar a la humanidad.