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Nunca
adiós, Salvattori Coppola
Por
Volodia Teitelboim
Entre
los indispensables de Salvattori Coppola estaba en un primer lugar uno
de sus más admirados, Bertold Brecht. Ahora el indispensable Coppola también
ha partido.
Sentimos todos el choque trágico. Lo lloramos. Aparte
del drama de su familia, de su esposa, de sus hijos, de su hija Pavella, escritora,
creadora, apasionada de su padre y de la literatura ¿qué deberíamos
hacer además de sufrir la pérdida?
Tratar que él
siga viviendo entre nosotros. Nos da hoy una prueba de su vida y vívidos
recuerdos de su
intensa exigencia y obra intelectual con el libro póstumo, "Ser en
el mundo" que hoy aquí se presenta. La SECH contribuyó a editarlo
a pocos meses de un adiós que no es adiós sino el "hasta siempre",
que dejan los que quedan en el corazón para reencuentros íntimos
como esta notable vocación literaria, que nos lega y nos ayuda a evocar
"Ser en el mundo".
¿A ser qué? No a ser
millonarios. Sí a ser hombre, persona que conjuga la palabra vivir para
los suyos y con los de más allá, el que vive para la Humanidad.
Nunca pretendió ser un conquistador que trabajara con los muertos, sino
un hombre dedicado a diario, con la humildad atormentada de aquel que junta amores,
sentimientos, dedicaciones al servicio del otro, de la colectividad, más
en las duras que en las maduras. Como un sembrador de verdades que pueden ser
ocultadas por los eternos silenciadores, pero por debajo del surco van germinando
junto a las de otros sembradores, de su gente, de su hija, de sus hijos, de la
madre, de los suyos, de sus cosechas silenciosas.
Fui su amigo y a mucho
honor. Lo conocimos y lo quisimos porque tenía la bella pasta de la buena
humanidad. Sin atropellar a nadie, sin escandalizar, fiel al sueño de ser
uno entre los mil millones que quieren que la humanidad sea para todos, contando
de partida y a fondo con la colaboración generosa, sufrida de su esposa,
de su hija Pavella -que se le parece- sensible, querida, tierna, porque el asunto
le llega al "alma". Es de la estirpe de los que podrían llamarse
espíritu limpio, no del todo repuesto de ese último viaje dramático,
del terrible volcamiento en el camino que fue trágico para este hombre
justo, recto. Así, de un modo súbito se fue el amoroso de los suyos,
en un momento imprevisible que le arranca el don quebradizo de la vida.
Para
mí fue un héroe silencioso y apasionado de la tarea diaria, un sencillo
y complejo modelo heroico, trabajador en el silencio, que miró gozoso las
grandes victorias y sintió en lo hondo el dolor de
las grandes derrotas. Unas y otras las asumió con entera dignidad, fiel
a sus valores y principios. No comulga con la aberración del hombre "mercancía",
del "tanto tienes, tanto vales". Fue un portador inquebrantable de aquellos
seres dignos y generosos que no se amontonan en los palacios bursátiles
sino en las avenidas de los ideales eternos e inclaudicables. Fue de los "buenos",
de los románticos positivos y laboriosos, con ambos pies en la tierra y
los ojos tratando de abarcar y profundizar en el mundo de los sueños. Nunca
escribió relatos mitológicos sobre los ricos en caudales y negadores
del espíritu. Con amplitud de corazón, registró todos las
penas y sufrimientos de los pueblos. Quiso que tuvieran fin.
Somos un
minuto en la amplitud de un universo que se cuenta o vale por una vida. Somos
pasajeros miembros de un género humano al cual él le hizo honor.
No era un diletante de la moda, sino alguien al cual y junto a los suyos la vida
le significó pruebas, durezas fuertes, incluso el largo exilio en la República
Democrática Alemana. En medio de la nieve y la distancia, trabajó,
escribió, hizo su tarea. Luchó sin alardes por la victoria del bien.
Sus armas fueron los libros, que creaba con una pasión desbordante. No
fue un intelectual del Fin de la Historia sino un heraldo de la nueva aurora,
sin pedir nada por su contribución. La enriqueció y la hizo más
hermosa y llevadera con su aporte modesto y necesario. No es la suya una literatura
nostálgica. Está sacudida por la nobleza del alma cada día,
cada vez que se sentó a escribir libros y a dejar constancia del mundo
y de la vida, que siempre lo contaron como un hijo activo, creador de belleza
y de esperanzas en el mundo de mañana o de pasado mañana. Aunque
no lo vea con sus ojos ni lo acaricie con sus manos. Ese mundo futuro contó
con su contribución desinteresada. Se dedicó a la tarea de ennoblecer
el esfuerzo humano, que no quiere ni puede renunciar a una sociedad
mejor, más humana. Lo dijo a través de sus personajes como Miguel
Tipay y ese peregrinar a través de la Tierra.
Ese homenaje a Miguel
Tipay, más allá de la leyenda, anota los peligros y acechanzas de
la vida clandestina, recuerda a compatriotas caídos en el ejercicio del
Humanismo que no reconoce fronteras limitantes. Los destierros que no son una
serie de días desesperados y de noches vacías, sino el modesto cotidiano
hacer de cada cual en este planeta.
Debo personalmente mucho a Salvattori
Coppola, un virtuoso enamorado que tocó casi todos los instrumentos en
la orquesta de las letras. Comenzó a hacerlo hace ya más de cuarenta
años con los cuentos de Los años de una vida, que se hermana
con la poesía en el segundo volumen Arquitectura de la búsqueda,
Origen del alba y textos de honda raíz filosófica como El
oficio de ser hombre, El peso de la memoria, Cuentimonios en invenciones,
los poemas de Testimonial y la novela Marengo. Habrá que
montar guardia justiciera en torno a su obra, protegiendo su permanente vigencia.
Tenemos una deuda cuantiosa con el académico, el profesor, el estudioso
de todos los días.
Nunca pensé que nadie dedicara obras
completas analizando libros publicados en este fin del mundo. Él lo hizo
como un autorizado ensayista. Era un maestro, un forjador, un sabio justiciero
de la literatura siempre insatisfecho. Tal sucedió con La novela chilena
fuera de lugar y El arte de narrar, que contribuyen a abrir paso a
esa casi desconocida novela chilena La guerra interna. Gracias por todo,
de corazón, con el cuerpo, el alma y la memoria entera. Gracias mil y para
siempre querido Salvattori. Te quedas en el cariño y el recuerdo.
Su
amigo y colaborador Volodia ...............