Proyecto Patrimonio - 2006 | index | Volodia Teitelboim | Autores |

 

 

 

 

 

Nunca adiós, Salvattori Coppola

Por Volodia Teitelboim

 

Entre los indispensables de Salvattori Coppola estaba en un primer lugar uno de sus más admirados, Bertold Brecht. Ahora el indispensable Coppola también ha partido.

Sentimos todos el choque trágico. Lo lloramos. Aparte del drama de su familia, de su esposa, de sus hijos, de su hija Pavella, escritora, creadora, apasionada de su padre y de la literatura ¿qué deberíamos hacer además de sufrir la pérdida?

Tratar que él siga viviendo entre nosotros. Nos da hoy una prueba de su vida y vívidos recuerdos de su intensa exigencia y obra intelectual con el libro póstumo, "Ser en el mundo" que hoy aquí se presenta. La SECH contribuyó a editarlo a pocos meses de un adiós que no es adiós sino el "hasta siempre", que dejan los que quedan en el corazón para reencuentros íntimos como esta notable vocación literaria, que nos lega y nos ayuda a evocar "Ser en el mundo".

¿A ser qué? No a ser millonarios. Sí a ser hombre, persona que conjuga la palabra vivir para los suyos y con los de más allá, el que vive para la Humanidad. Nunca pretendió ser un conquistador que trabajara con los muertos, sino un hombre dedicado a diario, con la humildad atormentada de aquel que junta amores, sentimientos, dedicaciones al servicio del otro, de la colectividad, más en las duras que en las maduras. Como un sembrador de verdades que pueden ser ocultadas por los eternos silenciadores, pero por debajo del surco van germinando junto a las de otros sembradores, de su gente, de su hija, de sus hijos, de la madre, de los suyos, de sus cosechas silenciosas.

Fui su amigo y a mucho honor. Lo conocimos y lo quisimos porque tenía la bella pasta de la buena humanidad. Sin atropellar a nadie, sin escandalizar, fiel al sueño de ser uno entre los mil millones que quieren que la humanidad sea para todos, contando de partida y a fondo con la colaboración generosa, sufrida de su esposa, de su hija Pavella -que se le parece- sensible, querida, tierna, porque el asunto le llega al "alma". Es de la estirpe de los que podrían llamarse espíritu limpio, no del todo repuesto de ese último viaje dramático, del terrible volcamiento en el camino que fue trágico para este hombre justo, recto. Así, de un modo súbito se fue el amoroso de los suyos, en un momento imprevisible que le arranca el don quebradizo de la vida.

Para mí fue un héroe silencioso y apasionado de la tarea diaria, un sencillo y complejo modelo heroico, trabajador en el silencio, que miró gozoso las grandes victorias y sintió en lo hondo el dolor de las grandes derrotas. Unas y otras las asumió con entera dignidad, fiel a sus valores y principios. No comulga con la aberración del hombre "mercancía", del "tanto tienes, tanto vales". Fue un portador inquebrantable de aquellos seres dignos y generosos que no se amontonan en los palacios bursátiles sino en las avenidas de los ideales eternos e inclaudicables. Fue de los "buenos", de los románticos positivos y laboriosos, con ambos pies en la tierra y los ojos tratando de abarcar y profundizar en el mundo de los sueños. Nunca escribió relatos mitológicos sobre los ricos en caudales y negadores del espíritu. Con amplitud de corazón, registró todos las penas y sufrimientos de los pueblos. Quiso que tuvieran fin.

Somos un minuto en la amplitud de un universo que se cuenta o vale por una vida. Somos pasajeros miembros de un género humano al cual él le hizo honor. No era un diletante de la moda, sino alguien al cual y junto a los suyos la vida le significó pruebas, durezas fuertes, incluso el largo exilio en la República Democrática Alemana. En medio de la nieve y la distancia, trabajó, escribió, hizo su tarea. Luchó sin alardes por la victoria del bien. Sus armas fueron los libros, que creaba con una pasión desbordante. No fue un intelectual del Fin de la Historia sino un heraldo de la nueva aurora, sin pedir nada por su contribución. La enriqueció y la hizo más hermosa y llevadera con su aporte modesto y necesario. No es la suya una literatura nostálgica. Está sacudida por la nobleza del alma cada día, cada vez que se sentó a escribir libros y a dejar constancia del mundo y de la vida, que siempre lo contaron como un hijo activo, creador de belleza y de esperanzas en el mundo de mañana o de pasado mañana. Aunque no lo vea con sus ojos ni lo acaricie con sus manos. Ese mundo futuro contó con su contribución desinteresada. Se dedicó a la tarea de ennoblecer el esfuerzo humano, que no quiere ni puede renunciar a una sociedad mejor, más humana. Lo dijo a través de sus personajes como Miguel Tipay y ese peregrinar a través de la Tierra.

Ese homenaje a Miguel Tipay, más allá de la leyenda, anota los peligros y acechanzas de la vida clandestina, recuerda a compatriotas caídos en el ejercicio del Humanismo que no reconoce fronteras limitantes. Los destierros que no son una serie de días desesperados y de noches vacías, sino el modesto cotidiano hacer de cada cual en este planeta.

Debo personalmente mucho a Salvattori Coppola, un virtuoso enamorado que tocó casi todos los instrumentos en la orquesta de las letras. Comenzó a hacerlo hace ya más de cuarenta años con los cuentos de Los años de una vida, que se hermana con la poesía en el segundo volumen Arquitectura de la búsqueda, Origen del alba y textos de honda raíz filosófica como El oficio de ser hombre, El peso de la memoria, Cuentimonios en invenciones, los poemas de Testimonial y la novela Marengo. Habrá que montar guardia justiciera en torno a su obra, protegiendo su permanente vigencia. Tenemos una deuda cuantiosa con el académico, el profesor, el estudioso de todos los días.

Nunca pensé que nadie dedicara obras completas analizando libros publicados en este fin del mundo. Él lo hizo como un autorizado ensayista. Era un maestro, un forjador, un sabio justiciero de la literatura siempre insatisfecho. Tal sucedió con La novela chilena fuera de lugar y El arte de narrar, que contribuyen a abrir paso a esa casi desconocida novela chilena La guerra interna. Gracias por todo, de corazón, con el cuerpo, el alma y la memoria entera. Gracias mil y para siempre querido Salvattori. Te quedas en el cariño y el recuerdo.


Su amigo y colaborador Volodia ...............

 

 

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2006 
A Página Principal
| A Archivo Volodia Teitelboim | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Nunca adiós, Salvattori Coppola.
Por Volodia Teitelboim.