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Huidobro, La Marcha Infinita

Volodia Teitelboim

 

 

15. El sueño de Atlas

Vicente Huidobro, individualidad contradictoria. Juguetón y pendenciero, taciturno a veces sonriente, conflictivo y conflictuado, polemista polemizado, atacado y defendido, negado y reivindicado.

Pasó por la vida suscitando asombros, admiraciones y rechazos. Fue un excéntrico ávido de sensacionalismo, poeta-antipoeta y mago; aristócrata revolucionario. En suma, el tipo más sorpendente en la historia literaria chilena de la primera mitad del siglo.

Vivió a paso de carga, atropellando el tiempo, con la prisa del visionario que fatiga aceleradamente el corazón y dispara la presión de la sangre, porque lo impulsa y apura el anhelo de incorporar sol a su poesía y sueña con tocar un punto del infinito.

Murió joven, tal cual corresponde a los poseídos por la tarea deAtlas y a los encandilados por el complejo de Icaro.

El hombre, en su prurito de llegar primero en todas las cosas, hizo de su vida una carrera sobrehumana. ¡Eres finito! ¡Detente! !Serás más breve aún si sigues conduciendo tu vehículo a velocidades mortales! No escuchó ninguna advertencia. Nunca se planteó metas sencillas. Quiso la juventud eterna. Aspiró a la inmortalidad a través de la poesía.

Ello no significa que su vida y su obra queden reducidas al silencio. Recapitulemos. Hace un siglo comenzó a describir su parábola...

 

35. Confiesa sus ambiciones

Será una travesía de gran aliento, más que nada porque intenta un corte de cordón umbilical. Lo concibe como un viaje de ruptura con el ambiente chileno y un adiós sin pena al atraso latinoamericano. La familia de cuatro se toma una foto sobre la cubierta de la nave "Infanta Isabel de Borbón", a fin de despacharla a doña María Luisa. Vicente, joven padre, afirma a Vicente hijo. trepado sobre un taburete metálico. El niño quiere estar a la altura. La pequeña Manuela aprieta la mano de mamá Manuela, que mira al cielo con una expresión entre suplicante y evasiva. Ella conoció a Vicente el día en que llegó a darle el pésame por la muerte de un hermano. Según él le contó lo sedujo al instante, tal vez porque ella era gusto de poetas. Después que se casaron en el palacio de la Alameda, no hubo uno sino dos salones literarios. Allí se congregaba la juventud escritora, que en junio de 1912 se nucleó en torno a Musa Joven y a su director, el príncipe heredero. Concurrían Juan Guzmán Cruchaga, Ángel Cruchaga Santa María, Jorge Hübner Bezanilla y varios más. Solían aparecer algunos un poco menos jóvenes, como Pedro Prado. Por lo menos dos asiduos, Francisco Contreras y Joaquín Edwards Bello, también soñaban con instalarse en París. De vez en cuando asomaban adeptos del culto al terruño como Mariano Latorre, el corpulento Fernando Santiván y un anarquista de pluma revoltosa, Martín Escobar. Había unanimidad en un punto: Manuelita era encantadora.

Ella dudaba que el viaje pudiera serenar a Vicente, Porque París es París y él llevaba el demonio adentro. Pero tenía que aceptar ese cambio tan grande. Naturalmente el inventor de la idea era su empecinado maridito. El proyecto se le había convertido en una obsesión. Porque allí podría vivir en toda la extensión de la palabra. En ninguna otra parte, aunque hiciera estaciones en cien ciudades y desembarcara en todos los puertos. Viajar, viajar sí, pero su domicilio debía fijarse donde brillaba la luz del mundo.

Allí vivía Apollinaire. Allí lanzaba sus berridos de recién nacida la Revolución Estética. Debía darse prisa, llegar a tiempo, participar en el proceso como primer actor. Para él la vida era la poesía. Y la poesía era su vida. Y ambas con un solo Dios no más. ¿Cuál? El tenía la respuesta lista a mano, para ser franco: Vicente Huidobro.

Después confesaría por escrito el móvil de su viaje y su plan de acción como un propósito concebido hacía rato.

En mis primeros años toda mi vida artística se resume en una escala de ambiciones. A los diecisiete años me dije: debo ser el primer poeta de América; luego al pasar de los años pensé: debo ser el primer poeta de mi lengua. Después, a medida que corría el tiempo, mis ambiciones fueron subiendo y me dije: es preciso ser el primer poeta del siglo. (22)

70. En el gran mundo de la vanguardia

Son años de atropellada vida mundana, invariablemente relacionada con el ambiente artístico contestatario. Es un hombre solicitado en las soirées de Montparnasse. Bailes de disfraces, incluso de travestís, donde se subastan en remates a la americana poemas pintados. Asiste toda la nueva ola, los famosos de los locos años veinte. En los carteles de la Salle Boulliére se registran los nombres de los consagrados y de los que quieren alcanzar el estrellato, entre ellos un japonés de moda, Foujita, que en la lista alfabética anunciada en los afiches antecede a Huidobro, Le Corbusier, Kisling, Léger, Lhote, Lipchitz, Lurcat, Pascin, Picasso, Picabia, Salmón, Stravinsky, Tzara, Utrillo, Zadkin. Todo parece un baile de máscaras, donde los travestís transmentales declaran su república independiente y Vicente Huidobro lee sus poemas Océan, Dancing, Globe-trotter.

Nada de esto le quita tiempo para tener su cuarto hijo, una niña bienvenida, Carmen. Escribe poesía, que después recogerá en Automne Régulier. Interviene en recitales de poesía inventada y reinventada.

En el año 1923 sigue recibiendo andanadas desde España. Guillermo de Torre le descubre nuevos maestros. Esta vez, el uruguayo Herrera y Reissig. Huidobro ya antes, en 1922, le ha dicho a Gerardo Diego que nunca podrá tomar en serio el ultraísmo, para él desmedulado, incomprensible, vacío por dentro. Nada detesta más que lo pintoresco y el ruido de la maquinaria.

El 15 de enero de 1924, en carta a Juan Larrea, retorna al tema. Habla como si fuera Jack Dempsey, campeón mundial de todos iis pesos. Amenaza con subirse al ring.

El pobre Guillermo de Torre... puede decir sobre mí lo que quiera de lo que quiera como opinión literaria, que ello no me inquieta, pero si en su libro hay mentiras y tergiversaciones hipócritas de la verdad de los hechos, voy a Madrid, le doy una vuelta de bofetadas y regreso a París... (66)

Tan campante, tan sobrador, tan travieso y tan resuelto a terminar con las fanfarronadas e intrigas del que juzga ambicioso peso mosca.

No se aceptan ramas de olivo artificiales. El rencor arde bien alimentado. Larrea le dice a Diego, el 17 de marzo de 1924, que después del "bombazo" Guillermo debería pensar seriamente en cambiarse de planeta.

74. ¿Macropoeta o megaescandaloso?

Huidobro profesa el culto a los astros, sobre todo si él resplandece entre nebulosas, en el centro de la galaxia. Aristócrata rebelde, se sentía con derecho a licencias planetarias. Necesitaba ser estrella.

Le gustaban los golpes publicitarios a gran escala. Crear hechos que produjeran shock, fuera un libro de poesía sorprendente, textos dinamiteros o hechos pop; por ejemplo, un secuestro sensacional. Era el macropoeta y podía ser el megaescandaloso.

Sentía placer en sacrificar vacas sagradas y mejor si era la más sagrada de las vacas, como aquella que tenía hasta al virrey de la India metido en su inventario. La fama de su blanco era nada menos que el corazón del Imperio Británico. Tal vez su hora pic la tendría al publicar un libro que ningún periódico del mundo pudiera ignorar, que fuese comentario obligado de todas las agencias noticiosas y apareciera con título catástrofe en la primera plana. Lo hizo en 1923, lanzando una obra-panfleto de nombre conminativo en latín, con un error en la declinación. Finis Britannia. En la portada hay algo más que un subtítulo: "Una temible Sociedad Secreta se ha levantado contra el imperialismo inglés". El león británico es el supergigante de la época. David hondea a Goliat. Huidobro pelea con John Bull. Esto habla una vez más de su incorregible adicción por los desafíos imponentes, homéricos, astronómicamente desiguales. Ulises contra Polifemo, pero Odiseo era más astuto que Vicente.

El reto desmedido refleja también su posición política, ratificada en un cartel de propaganda redactado muy posiblemente por el autor, en que se anuncia "Un cataclismo. El hundimiento del Imperio Británico está próximo. Lea usted el libro profetico de Vincent Huidobro. El siglo XX será la tumba de Inglaterra". ¿Profético? En cuanto a Inglaterra no, pero al Imperio Británico en alguna medida, sí. ¿Profético al 70, 80 ó 90%? No fue Huidobro el que lo despedazó, pero la historia sí. Sus vaticinios se realizaron en un lapso extraordinariamente breve, 20 a 25 años después. Huidobro hace de sibila o pájaro agorero, pronosticando la atomización del complejo interoceánico repartido en todos los continentes. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, su vaticinio se cumplió. La Reina de los Mares perdió sus dominios terrestres más extensos. Tuvo por consuelo una nomenclatura ritual, "Commonwealth", conservando las apariencias de una autoridad simbólica que reina pero no gobierna.

113. El poeta educa a su madre

Doña María Luisa anda furiosa porque el hijo que idolatra se le ha puesto comunista.

Le contesta a su "mamacita adorada" desde París, el 30 de octubre de 1931. Ningún eufemismo.

Recibí su carta del 19 de este mes. No me molestan sus ironías, sólo me espanta verla tan lejos de la realidad, confortablemente sentada en un sillón de la luna. Sin duda alguna soy un revolucionario, soy un rebelde hasta la médula de los huesos y lo he sido toda mi vida. Usted sabe mejor que nadie que desde mi nacimiento, toda mi infancia, toda mi vida ha sido una larga cadena de rebeldías y estoy seguro que si alguien recordara la primera palabra que pronuncié en mi vida vería que esa palabra fue NO. Un no redondo, seco, brutal. Aplaudo todas las revoluciones, todas las rebeliones en cualquier parte del mundo donde se produzcan porque encuentro asqueroso lo constituido y repugnante hasta las náuseas el mundo actual. No me resigno a perder la esperanza de un mundo mejor y del advenimiento de una justicia justa. Para esto lo primero es la supresión de clases que sólo el comunismo puede realizar y realizará.

No necesito del cubismo —ni esas frases clichés de espíritu de l'aprés-guerre— para pensar así, puesto que toda mi vida he defendido esto mismo, exactamente lo mismo desde mi primera infancia. Se necesita tener mala memoria o mala voluntad para no recordarlo o querer atribuir a otros lo que es esencia de mí mismo. Al contrario si hay un cubista o un artista moderno que se preocupe hoy de estas cosas es por mí y me la debe a mí en gran parte. Aplaudí el cubismo cuando había que aplaudirlo, cuando significaba una revolución contra lo establecido estúpidamente, y lo aplaudí porque creí que en el fondo ellos perseguían en la pintura lo que yo iba persiguiendo en la poesía. Lo ataco hoy porque el cubismo se ha convertido en un arte burgués, infecto, de señores satisfechos que se han sentado sobre sus laureles a rascarse el ombligo. Y acaso nadie ha dicho de mi una más gran verdad que el poeta español Salvador Quintero: "Junto a Vicente Huidobro no hay reposo posible. Huidobro es una invitación a la marcha infinita". Es posible que el sentido más profundo de mi alma sea ese de pájaro nómade de que hablo en Temblor de Cielo.

Sí, soy un nómade. Nunca me he sentido estable en ninguna parte. Ni aquí, ni allá. Manuelita recordará que Juan Gris decía que mi casa daba la impresión de un señor que iba a partir al día siguiente. Y lo curioso es que acaso no sea yo el inestable sino que este vivir en el aire sea seguramente la consecuencia de haber sentido desde muy niño que estoy viviendo en un mundo falso, en un mundo sin base, que se escurre bajo los pies, que se desmorona por todos lados. Felices los que no sienten que marchan sobre la tembladera de una sociedad podrida. Felices ellos porque sentirlo es algo atroz.

En cuanto a sus ironías que prefiero comer pollos y patos de la Tour es infantil y no prueba nada. Además es falso porque hace más de seis meses que ni como carne y la tengo prohibida por el médico. Una sola vez desde hace dos meses he comido el pato famoso y eso fue porque me invitó Inés Echeverría y Pedro Iñíguez. Por otra parte no veo que relación hay entre que a una persona le guste comer bien y el que esa persona sea comunista o anticomunista. Y puedo asegurarle que prefiero dormir en un jergón duro en un mundo nuevo que no en un colchón blando en un mundo podrido. Ahora en cuanto a lo del huachalomo son Uds. los que tienen el huachalomo y no quieren soltarlo y se lo comen solitos dejando para los otros el plato de porotos o el hambre. Nadie menos espiritual que Uds. y todos los que sostienen el régimen al que Uds. pertenecen, nadie más aterrado a la materia que Uds., a las comodidades, a la molicie, a la bartola dominadora e insolente, todo eso que se sostiene sobre las grandes mentiras y las grandes injusticias que Uds. defienden a sangre y fuego. En este caso la espiritualidad está de nuestro lado y no del vuestro, aunque nosotros nos llamemos materialistas (a causa de la ley del Materialismo Histórico de Karl Marx). Respecto a las ideas de patria, de familia, de religión, sí, yo las ataco, pero las ataco en su sentido viejo, no en un sentido nuevo. Amar una patria es limitar el sentido de la tierra. Sin embargo, yo puedo amar más un pedazo de la tierra, esto es humano pero esto no me obliga a armar ese pedazo de tierra y echarlo a pelear con el resto del mundo... (126)

Después de leer esta lección de adoctrinamiento político- ideológico la madre concluyó que su hijo estaba más loco que una cabra. Razón de más para no abandonarlo en sus delirios. ¿Quién podría pararlo? ¿Ella? ¿El tiempo?

 

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Fascinación es la palabra que mejor le viene al sentimiento de Volodia Teitelboim ante Vicente Huidobro. Al escribir esta biografía se propuso seguir al personaje en sus propias memorias de largos paseos conversados por el Santiago de los años veinte, en las reseñas de libros, periódicos y revistas y en los testimonios de familiares y de otros amigos. Quiso entender qué había en Huidobro que le permitió instalarse en el centro de las principales corrientes artísticas de Buenos Aires, Madrid y París y alternar con Picasso, Juan Gris y Guillaume Apollinaire. Se preguntó por qué lo amaron tanto algunas de las mujeres más bellas y deseadas de su época. No obtuvo respuestas definitivas, pero encontró varias claves del tránsito del más europeo de los poetas chilenos, desde los inicios avasalladores en sus propios salones literarios de Santiago hasta el final melancólico y solitario en la casona solariega de Cartagena.

Con Vicente Huidobro. La marcha infinita Volodia Teitelboim recrea la vida del autor de Altazor, reinventor del poema del Mió Cid, fundador del creacionismo, amigo -entre otros- de Picasso y Joan Miró, transeúnte de Buenos Aires, Madrid, París y Santiago. Esta obra completa la trilogía de biografías de poetas chilenos junto con Neruda y Gabriela Mistral. Pública y secreta.

El autor se constituye en uno de nuestros mayores memorialistas y escritores. Comienza su carrera literaria allá por el año 1935 y su producción, combinada con su vocación política, lo hace autor de novelas: Hijo del salitre (1952), La semilla en la arena (1957) y La guerra interna (1979); de ensayos: El amanecer del capitalismo y la conquista de América (1943), Hombre y Hombre (1969), y su versión actualizada El corazón escrito (1986); El oficio ciudadano (1973), El pan y las estrellas (1973), Pólvora de exilio (1976), La letra y la sangre (1986), En el país prohibido (1988); y de biografías como Los Dos Borges (1996) de indiscutible éxito y aceptación no sólo en Chile sino también en Uruguay, México, Alemania y Brasil.

 

 

HIDOBRO, LA MARCHA INFINITA
Volodia Teitelboim
Editorial Sudamericana
1996


 

 

 

 

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Volodia Teitelboim: Huidobro, La Marcha Infinita.