Ante
la tumba hueca sin cadáver,
el recuerdo mortal se levanta, como
un
espectro de otras épocas y clama
sin voz que se oiga, por
presencia.
Somos los que creemos que la ausencia
más es que la
oriflama o el común
responso: el hueco que nos llama
no es una
llama, es la ceniza grave.
De
sobremesa, en un salón de restaurant,
con ventanales hacia la
tarde que caía lenta,
deshaciendo la luz del mediodía en una
cuasi neblina,
unas pocas personas jóvenes; en un ángulo
abierto,
con los codos sobre su mesa de mantel almidonado,
y
una silla oblicua, y una servilleta arrojada al desgaire,
una
mujer solitaria, un cigarrillo de boquilla con rouge,
una mujer
cualquiera tal vez de buena familia decaída,
con su nariz
delgada, sus labios finos, su barbilla estólida,
esperando o tal
vez más allá de la espera, desesperada.
Entre vivir y no vivir hay poca
diferencia: un suspiro
y acabóse
todo lo que me salía por la boca:
palabra, lengua,
vomitos y voces.
[
A ARCHIVO URIBE ] [ A
PAGINA ANTERIOR ] [ A
PAGINA SIGUIENTE ]
proyecto patrimonio : A
PEOR VIDA : POESÍA de ARMANDO URIBE