|
EL LAGARTO
DEL CONVENTILLO
..... Nadie supo nunca que edad
tenía el lagarto que se paseaba por el patio, que entraba y salía como
Pedro por su casa, a cada una de las habitaciones del conventillo,
luciendo su piel escamosa de color verde amarillo, con vetas grises en
los costados, asustando a las ancianas y a los visitantes que llegaban
normalmente para efectuar alguna cobranza. Al semanero de las sábanas,
ollas y cubrecamas, lo había asustado tres veces; al controlador de la
compañía eléctrica casi le dio un infarto cuando lo encontró tomando
el sol sobre el medidor.
..... Doña
Angela, una anciana prostituta que vivía asilada en la tercera pieza
del sector poniente, decía que éste era la encarnación del demonio y,
cada vez que lo divisaba, le tiraba con lo que encontraba al alcance de sus manos. Así
era como destrozaba en mil pedazos platos, copas, jarros y floreros de
vidrio. El único que nunca se había asustado era Marcelo,
quien lo cuidaba y jugueteaba con él desde que su padre se lo trajo de
los cerros desérticos de la región de Atacama, donde lo encontró entre
caracoles y moluscos petrificados, a más de cuatro mil metros de
altura, en la cordillera Andina, cerca del salar de Maricunga.
Marcelo, con los audífonos puestos y el personal en el bolsillo
trasero del jean, lo paseaba todos los días, al llegar del colegio, a
eso de las cinco de la tarde, desde la pieza en que vivía con su
madre, la segunda del sector poniente, contigua a la de Doña Angela,
hasta la sombra del olivo que se erguía en el fondo del patio, donde
el lagarto se subía por el tronco y se camuflaba con el color verde de
las hojas y los frutos. Allí fue donde descubrieron que lo que le
había salido a éste en el cuello, no eran precisamente agallas, como
había dicho Don Manuel, el albañil especialista en yeso, que
arrendaba la pieza grande del lado oriente, sino una especie de alas,
las que abría para planear por el aire cada vez que quería
bajarse del árbol.
..... Una mañana
que el sol daba fuertemente sobre el lavadero, doña Angela aprovechó
para dar un enjuague a esos pañitos individuales que sólo ella usaba
en ciertas ocasiones (A su edad, nunca se había acostumbrado al uso de
las modernas y absorbentes toallas femeninas) cuando el lagarto asomó
su cabeza por una esquina de la pileta, haciendo reflejarse el sol en
sus escamas plateadas. Sin emitir ese grito de espanto que normalmente
lanzaba doña Angela, cada vez que le veía... silenciosamente agarró un
cuchillo cocinero de sobre un montón de platos sucios y se lo lanzó
con tal suerte que, si el animal no se mueve con una agilidad más de
la acostumbrada, le ensarta medio a medio y sólo logró cortarle un
tercio de la cola, la que por horas quedó moviéndose y saltando
separadamente del cuerpo del desgraciado reptil, quien a su vez
desapareció por varios días, llegando a pensar, los habitantes del
conventillo, que éste había muerto a manos del certero cuchillazo de
Doña Angela, otros como Don Julio, el municipal que habitaba la última
pieza del lado poniente, llegaron a especular que estos animales
tenían la vida en la cola y por esta razón la cola seguía moviéndose
separadamente del cuerpo hasta quedar ambos, cuerpo y cola sin
vida.
..... Para sorpresa de Doña
Angela, que ya había cantado victoria, tres días después apareció
nuevamente el animal paseándose macilento por el patio, mirando
como precavido y temeroso con sus ojos rojizos a Doña Angela,
mientras abría amenazante el hocico estirando una larga lengua
amarillenta.
..... Nadie pudo saber
tampoco, el motivo del deceso de Doña Angela, tres días después.
Algunos culparon al lagarto que a manera de venganza, le había ido
chupando la sangre a la vieja, poco a poco mientras dormía; otros a la
mala vida y el desgaste físico de tanto trasnochar y tomar, cuando
ejerció su oficio. Un médico que trajo el viejo comerciante en
muebles enamorado de la Herminia, la hija del albañil, extendió el
certificado de defunción indicando como motivo del deceso: “Muerte
Natural”. Este tan ambiguo dictamen, despertó la curiosidad de la
María, hija mayor de Doña Angela que apareció el día del funeral,
vistiendo una minisolera-pantalón con florones rojos que, por la parte
de la mini, se alcanzaba a divisar el pliegue del nacimiento de los
glúteos y por la parte superior, un escote por donde parecían
arrancársele los pechos, quien haciéndose asesorar de un tinterillo
adicto a los suburbios donde ésta se ganaba la vida, presentó un
escrito al juzgado solicitando la exhumación de los restos, para así
determinar el exacto motivo de la muerte de quien le heredara los
secretos de tan lucrativa profesión. En concordancia con el
tinterillo, María había centrado sus sospechas en Marcelo, a quien
acusaba de haber envenenado a la vieja con cianuro, porque, a consejos
del tinterillo, quien se había hecho asiduo en el dormitorio de la
Mary; dándole diariamente pequeñas porciones de cianuro a una persona,
ésta tiene una muerte repentina y normalmente se queda en el sueño sin
despertar mayores sospechas.
.....
Desde el día del funeral el lagarto verdeamarillo con alas en el
cuello y la cola mocha, no había vuelto a verse y no faltó quien
aludió su ausencia a la edad que éste podría haber tenido, sin darle
mayor importancia; otros dijeron que este tipo de animal era de la
familia de las Iguanas de las Islas Antillas y que seguramente había
muerto por no encontrarse en su hábitat.
..... Cuando los funcionarios del Instituto
Médico Legal procedieron a descorrer la tapa del nicho, y dar así
cumplimiento al dictamen del juez y a las peticiones de la Mary,
casi un centenar de curiosos se encontraba expectante, no faltó
ninguno de los residentes del conventillo. El féretro todavía se
mantenía intacto, sin haberse opacado aún el brillo del barniz que
trató de ocultar la mala calidad de la madera con que fue construido.
Cuando provistos de máscaras sanitarias, los funcionarios procedían a
abrir la tapa del cajón, fueron sorprendidos por algo
desconocido para ellos, que tras un sonido espantoso, saltó y voló
sobre sus cabezas para planear por el aire y posarse sobre el
hombro derecho de Marcelo, que se encontraba parado a tres tumbas de
distancia.
..... -¡Él Lagarto!-.
Exclamaron los del conventillo, entre los rostros de interrogación y
espanto de los funcionarios, asistentes novedosos y el propio juez, a
quien casi tienen que sepultarlo allí mismo, debido a que por
poco se muere de susto. En el interior, ya no estaba el cuerpo de doña
Angela, muerta hacía no más de quince días, sólo se encontró allí un
montón de huesos pelados y roídos como si hubiesen sido chupados uno
por uno. El lagarto verdeamarillo, volvió a volar desde el hombro de
Marcelo, luciendo ahora una cresta espinosa en su dorso y una cola
larga terminada en punta la que usaba como timón, para introducirse en
otra tumba donde nadie, de todos los asistentes, pudo apreciar cual
era.
Leer más: EL VISITANTE DE LA CALLE DE LAS VIUDAS.
Cuento de Enrique Aravena R.
LA OTRA RAMA
EL MINERO CHICO
ENRIQUE ARAVENA RAMIREZ,
Es autor de numerosos relatos y ha obtenido diferentes
distinciones que comienza con la primera mención honrosa en el
Concurso Nacional de literatura de la Secretaría de relaciones
Culturales de Gobierno , en l978 con su cuento “LA
RAMA”. Ha obtenido distinciones en concursos de la
S.E.CH. Antofagasta, y también de la Ilustre
Municipalidad de esta misma ciudad. En 1987, publica
“TRES CUENTOS PARA UNA HIJA”, y en
1990 un volumen de cuentos titulado “CUENTOS DE
CALICHE.” Su cuento “CON LUNA Y
CERVEZA”, fue incluido en l991 en la
“ANTOLOGÍA DEL CUENTO MINERO
CHILENO”, del Instituto de Ingenieros de Minas de
Chile. Su cuento “LA FLOR DE LA ÑUSTA”, fue
llevado al teatro por el grupo de teatro de los funcionarios
de la Municipalidad de Antofagasta , y su cuento
“LA PALOMA”, fue incluido por el Critico
Literario Antofagastino Sergio Gaitan, en su libro
“AUTORES Y TEMAS DE LA SEGUNDA
REGION”, También aparece con su cuento “EL
OTRO”, en el libro “ENTRE CUENTO Y
CUENTO”, de autores nacidos en la
Región del Maule. En 1997, obtiene el primer premio en el
Concurso Nacional, Antonio Pegafetta, de la S.E.CH. de Punta
Arenas, con su cuento “EL LAGARTO DEL
CONVENTILLO.”
Nacido en Talca,
en la mitad de siglo pasado (1948 ) ha trabajado por largo
tiempo en el norte Chileno, ( Maria Elena, Pedro de Valdivia,
La Escondida, Pampa Yumbes ) por lo que gran parte de su
narrativa tiene vinculación con la cultura minera y los
paisajes desérticos, sin embargo no está ausente lo social y
lo urbano donde entrega como un aporte literario a la
cultura de nuestro país, pasajes de la idiosincrasia de
nuestro pueblo.
Enrique, escribe a
intervalos en medio de las exigencias del trabajo faenero y su
constancia ha permitido que su narrativa tenga un
alcance nacional y permanente.
|
|