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JUAN LUIS MARTÍNEZ: MITO PÓSTUMO


Una figura que crece con los años


Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio, sábado 29 de marzo de 2003.


"Era un hombre carismático, genial, y no lo digo porque se haya muerto. Cuando una vive durante 23 años con alguien sigue sintiendo hasta su respiración, te empapas de su personalidad y te das cuenta de la impresión que causaba en la gente", afirma Eliana Rodríguez, viuda de Juan Luis Martínez. Se queja, sin embargo, de que todavía, a una década de su desaparición, haya más trabajos dedicados a su obra en el extranjero que en su propio país, y advierte que todas las iniciativas para mantener su recuerdo las han promovido ella y algunos poetas jóvenes sin ninguna ayuda de las autoridades. Situación que reproduce lo que sucedió mientras vivía. Fundación Andes, recuerda, fue la única institución que le prestó apoyo, concediéndole una beca de creación en 1991.

Hoy no habrá actos oficiales. Sólo una misa en la Parroquia de Viña del Mar, a las 12 horas, y luego una visita al Cementerio No. 2 de Valparaíso, donde descansan los restos del poeta. Sin embargo, en los próximos meses se van a inaugurar una sala con su nombre en la Biblioteca Severín de Valparaíso, y una página web dedicada a su obra, puesta en línea por la Universidad Técnica Federico Santa María. En cuanto al rescate de su creación visual, su viuda y albacea adelanta que el poeta y ensayista Ronald Kay la ayudará a revisar y ordenar su trabajo plástico, del que sólo una pequeña parte ha sido exhibida en los últimos años. Además está casi listo un proyecto de Telefónica para realizar una muestra en junio.

De menor difusión goza su obra escrita. A pesar del interés manifestado por algunos sellos, la reedición de sus únicos libros. La nueva novela (1977) y La poesía chilena (1978), tendrá que esperar hasta que se vendan los últimos ejemplares de la autoedición original. Asi lo enfatiza Eliana Rodríguez, su "más tenaz y fiel editora", al decir de Juan Cameron.

Entretanto, el texto en el que Juan Luis Martínez trabajó los últimos 14 años de su vida permanece inédito: sus originales están guardados en el cajón de un mueble. Las llaves se perdieron. Tal como se han ido perdiendo las claves para acceder a la enigmática figura de su autor.


De rebelde a escritor secreto

Si acercarse a Juan Luis Martínez mientras vivía era algo que muy pocos pudieron contar —especialmente en sus últimos años— reconstruir ahora su biografía es como intentar hacer el retrato hablado de un fantasma.

El poeta Juan Cameron lo conoció durante lo que él mismo llama su "prehistoria literaria", a fines de los sesenta, en reuniones callejeras a las que acudía con hojas sueltas en las que se burlaba de ciertas creaciones ultraintelectualizadas, demasiado influidas por el estructuralismo. Eran años irreverentes y la iconoclastia del joven Martínez se mostró primero en sus aspectos más vitales. Cameron la evoca así:

"Juan Luis Martínez fue una figura en Viña del Mar. El joven rebelde que burlaba a la policía en motoneta o gustaba trenzarse a bofetadas con los capos mañosos de Valparaíso, pronto pasó a ser un respetable intelectual. Muchas son las anécdotas en torno a esa época; y ellas forman parte hoy de otro mito, apenas conocido por quienes fuimos sus cercanos. El resto es pura literatura; o literatura pura.

Sólo un pequeño cuento para ilustrar. Mucho después de esa primera juventud, mi madre, con quien compartíamos una cena, le dijo al poeta:

—Juanito, pensar que cuando yo lo veía por la calle Valparaíso me cambiaba de vereda". (Semanario web «Liberación». Malmo, Suecia, diciembre de 2002).

Por esos mismos años nació la amistad del escritor con Nelson Osorio, actualmente profesor de literatura en la Universidad de Santiago.

Una noche, después de una mediocre lectura poética en la Casa del Maestro, se le acercó —según recuerda— "un muchacho de pelo largo y cabeza ligeramente equina", que le entregó unas hojas escritas a máquina.

"Desde esas primeras muestras uno podía darse cuenta que lo que Juan Luis Martínez estaba intentando en poesía tenía poco y nada que ver con lo que hacen habitualmente los adolescentes que fatigan a las musas inermes. Desdeñando sentimentalismos más o menos testimoniales y emociones fáciles y de precaria calidad, esos versos estaban para atragantarse en la garganta de lectores cómodos. Era una poesía ajena a esa versificación de alcoba que tanto abunda y daña, y parecían construir un territorio poético inédito en Chile, un territorio impuro y desgreñado en que Juan Luis metía 'los codos, los ríñones, / la lira, el alma y la escopeta', como pudiera decir Neruda. Y en ese medio irreverente y contestatario, encontró un espacio de fraternidad polémica que fertilizaba todo intento nuevo".

Vinieron los años de enclaustramiento. Una soledad que sólo en parte fue motivada por el deterioro de su salud. La mayor de sus dos hijas, Alita Martínez, que hoy reside en Holanda, atribuye el aislamiento de esta última etapa a una opción profundamente vinculada con el sentido de su obra.

"Le gustaba el anonimato no para forjar un mito a su alrededor, sino simplemente porque no necesitaba ser adorado, no era su propósito; su significado ante la vida era el agua que tomaba cada mañana al despertar, y luego un par de litros más durante el día. Él no quería fama, no la necesitaba para estar seguro de que lo que hacía era lo que más amaba".

Alita cree que el "corazón de su enseñanza" no estaba en sus escritos ni en lo que decía, sino en su forma de relacionarse con los jóvenes poetas que lo visitaban cotidianamente. "Nunca subestimaba al poeta neófito, lo respetaba y le hacía conocido lo desconocido. Tengo la impresión de que acudían a él porque él era uno de los pocos maestros que los incluía como poetas y no simples principiantes, les daba el derecho de mostrar sus trabajos y de ser ellos quienes tuvieran la palabra, así como también llegaba al punto de ser inquisitivo si a alguien, por mera astucia, se le ocurría siquiera sobreestimarse, haciendo vanagloria de sus premios, dinero o cualquier cosa que no fuera, siempre, en primer lugar, su propia calidad humana".

Su familia admite que la suma de su conocimiento y su carácter intimidaban a algunos, lo que redujo su círculo de amistadas casi exclusivamente a un grupo de jóvenes con los que discutía largas y cansadoras jornadas. De vez en cuando, sin embargo, lo visitaban intelectuales extranjeros de renombre, como Félix Guattari, uno de los máximos exponentes de la antipsiquiatría. La conversación que tuvieron en Villa Alemana el 19 de mayo de 1991 fue reproducida en el libro El devenir de la subjetividad, de Félix Guattari y en la revista «Matadero» (julio- agosto de 2000).


Sensibilidad de murciélago

Negando, como de costumbre, los lugares comunes, la muerte no lo "sorprendió". "Cuatro días antes vio su propia muerte —confidencia Alita Martínez—. Tenía la sensibilidad que proviene del sonar de los murciélagos. Vibraba en una realidad a mayor velocidad que el resto. Era lo que en nuestra concepción de lenguaje llamaríamos un visionario. Así fue como un domingo por la noche, luego de tomar su último vaso de agua decidió que ya era el tiempo de partir, dejando como legado una inquietante obra y un misterioso libro sin publicar".

Frutos del interés creciente que despierta su obra han sido algunos encuentros literarios dedicados a su figura en años pasados, así como muestras que han recogido su obra plástica en diversas galerías del país y hasta un documental estrenado en 2000 por Tevo Díaz («Señales de ruta»).

Para muchos, tales manifestaciones forman parte de un reconocimiento que pretende remediar tardíamente la subvaloración que sufrió en vida. Así al menos lo cree el escritor Fernando Emmerich, quien conoció de cerca al poeta de la V Región, tal como lo conocieron los pintores Erna Alfaro, Edgardo Catalán, Jorge Osorio, Hans Scholbach, el poeta Raúl Zurita y el crítico Luis Iñigo Madrigal, entre otros.

"Durante los funerales de Juan Luis —recuerda Emmerich—, en la Parroquia de Viña del Mar, mirando desde un rincón su ataúd coronado de flores y rodeado de florecientes literatos que habían empezado a descubrirlo y lo siguen y seguirán descubriendo, me dolía la pérdida de uno de esos amigos para toda la vida que uno hace en la juventud, del Juan Luis que había institucionalizado su sitio frente al Samoiedo como Carlos León su mesa en el Riquet, del casi búdico trasnochador del Roland Bar, del contemplativo asistente a las revolucionarias reuniones del grupo Piedra en la casa de Nelson Osorio, en Quilpué; del que integraba a sus amigos, el Gitano Rodríguez, Eduardo Embry, Gregorio Paredes, a sus miles de libros y se dedicaba a uno de los juegos más peligrosos y tradicionales que existen: la originalidad. Sentí que Juan Luis desaparecía para los demás; sólo se quedaba en la memoria de quienes fuimos sus amigos. Pero al mismo tiempo nacía otro Juan Luis, el Juan Luis Martínez cuya obra ha comenzado a ser reconocida por la compensación absurda de la posteridad, absurda por tardía, porque es tarea de atrasados reconocedores destinada a reconocerse ellos como tales y a no ser conocida nunca jamás por el reconocido".

Tardíamente o no, la obra de Juan Luis Martínez se afianza como una de las más sólidas y perdurables de la literatura chilena.

"Hoy su poesía se ha convertido en un referente ineludible —constata Nelson Osorio—, aunque no siempre aprovechado, de la renovación de la poesía nacional. Justo sería decir que entusiasma más a los jóvenes poetas que a los estudiosos y críticos; estos últimos, que habitualmente funcionan con el lema implícito de 'etiqueto, luego existo', se descolocan ante una obra que no encaja en los parámetros convencionales y las habituales taxonomías. Porque es ésta una poesía fronteriza, descentrada, poesía de un corsario de las letras que inventó sus propias leyes y nos dejó un legado de audacia que apenas estamos comenzando a hacer nuestro".

 

 

Testimonio de Gustavo Barrera Calderón

Mi primera aproximación a La nueva novela fue en la grave complicación de la adolescencia, cuando estaban frescas en mi aprendizaje escolar las imágenes de Marx, Freud y Rimbaud. Descubrí en mi casa esta libro nacido en los años en que nacíamos la mayoría de mis amigos y yo.

Intenté buscar otras de sus obras y supe que no existía otra salvo La poesía chilena, un libro en edición limitada que sólo algunos habían visto y podían describir. Este libro imagen sellaba el puzzle. Al poco tiempo de este hallazgo fue extendido el certificado de defunción del propio Juan Luis Martínez.

Le agradezco la inmensa libertad para instalarse en un espacio propio, para incorporar, pegar, interpretar, graficar, invertir y reunir las imágenes poéticas, el discurso y las preguntas que dialogan unas con otras desde distintos ángulos. Creó un territorio que no existía. Un espacio a la vez accesible y misterioso, con miles de caminos para entrar a él y para salir expulsado a kilómetros y siglos de distancia.

La ventana de la poesía de Juan Luis Martínez se abre hacia los poetas jóvenes que sufren el agobio de la realidad cuantificable, que se niegan a vivir una realidad amarrada en todos sus grados de libertad. Su voz es un puente que conecta la búsqueda de lenguaje del surrealismo y la búsqueda de sentido de la filosofía con las nuevas generaciones, da continuidad y persistencia a la inclusión de este otro mundo que ha sido negado por nuestra civilización.

Existe un hilo transparente que comunica directamente con un mundo paralelo, con otro orden y con otras posibilidades.

 

 

 

Sobre el Poeta

Uno de los libros pioneros dedicados a la obra del escritor chileno fue Señales de ruta de Juan Luis Martínez, de Enrique Lihn y Pedro Lastra (Ediciones Archivo, Santiago, 1987). Para lectores especializados es Juan Luis Martínez. El juego de las contradicciones, de Patricia Monarca (RIL, 1997).

En el volumen Merodeos en torno a la obra poética de Juan Luis Martínez, Soledad Fariña y Elvira Hernández reúnen textos inéditos y originales de varios autores: Jaime Valdivieso , Armando Uribe y Cecilia Vicuña, entre otros (Ediciones Intemperie, 2001). Más reciente, El gran solipsismo. Juan Luis Martínez de José de Nordenflycht (Editorial Puntángeles, Universidad de Playa Ancha, 2002), estudia la visualidad del poeta e incluye fotos de una veintena de sus obras.

 


 


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Juan Luis Martínez: Una figura que crece con los años. Mito póstumo.
Por Pedro Pablo Guerrero,
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
sábado 29 de marzo de 2003.